
Las dos puntas de la vida
CINCUENTENARIO DE EGRESADOS – Colegio Nacional y Comercial 222 de Caseros. En la foto aparecen: Miguel Espinosa, Manuel Braunsteni, Andrés Dolomaniuk, Marino Campagnola, Pedro Dufou, Rubén Landa, Antonio Alonso, Raúl Mendía, Alberto Caldas, Miguel Pando, Francisco Wendt, Daniel Eyherabide, Estela Rudoni, Violeta Veiga, Estefanía Jefimowicz, Juana Coco, Irma Torrielli, Juana Kleiman, Aurora Zamora, Leonor Zamora, Beatriz Subocz, Elías Folgar Smith (vicerrector), Edmundo Saavedra (rector), Mirta Lesta, Susana Fabrizio y Sara Alba.
¿Quién no contempló con nostalgia una foto que registra, implacable, el momento de una separación? Yo, de joven, imaginé que envejecer era cultivar adioses, empobrecerse en cada despedida. Quizá no sea así, digo ahora.
El retrato refleja el primer día del resto de nuestras vidas. Fin de ciclo, en el calendario oficinesco. El eterno ritual de tarjetas e intercambio de promesas. Los profesores y alumnos desnudaban sus sentimientos, con ojos neblinosos. Y yo allí, asombrado, vivía ese momento como si no me perteneciera. Resulta difícil describir el claroscuro que me envolvía. Sentía alivio, sosiego, y al mismo tiempo una honda pena y un recóndito despecho. No renunciaba a mis amigos, era la vida que me los arrebataba.
Y temí que se perdieran aquellos momentos perfectos que había vivido con ellos. Juntos recorrimos llanos, nos ayudamos en las cuestas, descubrimos ciudades… Había llegado la hora de que cada uno siguiera el viaje solo. Nos dijimos adiós, esa palabra cortita que se alargó como canto de cigarra.
Llegó el después, un baile de máscaras embriagador —dos se separan, se buscan por un instante, y terminan bailando con el más próximo—. También, en medio del bullicio alguien partió sin despedirse, y fue mejor así.
Medio siglo rodó sobre nosotros, y queremos atar las dos puntas de la vida, fundir nuestras voces otra vez. Es así que nos reencontramos felices, sin evocar cicatrices de guerra. Qué importa si la vida, alguna vez, nos sacudió como marionetas. Qué importa aquel llamado que debimos hacer y no hicimos. Hoy solo da para recordar los instantes dorados. Mi nieto contemplaba esta vieja foto y su pregunta surgió cándida. Sí, todos siguen vivos, le respondí.
Miguel Ángel Pando