Falleció Horacio Héctor Cervino
By Caseros y su Gente

Falleció Horacio Héctor Cervino

Fue el pasado 29 de abril, a sus 92 años. Muy querido vecino de Caseros, residía en Olavarría y La Merced. Trabajó hasta hace pocos meses. Fue alumno de la escuela Ángel Pini. Tenía una hija – Liliana – fruto de su matrimonio con Dominga Fichera. Años atrás, lo entrevistamos y no contó lo siguiente:

La casa de mi infancia estaba en Hornos entre Chascomús (actual Esteban Merlo) y Mitre. Era una casa tipo chorizo que tenía la carbonería al frente. Con mis hermanos – Pancho y Luis – vendíamos carbón, papa, leña , cebolla, rebasillo, afrechillo, sementín…

Detrás de la carbonería, estaba la pieza de mis padres – Ángela Filomena Di Paola y Vicente, ferroviario- ; después, venía el comedor y la pieza de nosotros, los muchachos. La medianera estaba hecha con ladrillos de barro. Al lado, teníamos un terreno para largar los caballos y plantar verdura. La manzana tenía tres o cuatro casas alrededor.

Casi todo era de tierra. A Mitre la adoquinaron recién en el ’36 o ‘37; la calle era más angosta, cuando la ensancharon sacaron los árboles. Caseros terminaba prácticamente en la calle Trenque Lauquen; más allá, estaba la quinta de Stini y donde ahora se levanta el hospital Posadas, estaban los campos de Martínez de Hoz. También había hornos de ladrillo… el horno de Dentino, por ejemplo. Había muchos pantanos, zanjones… bajando la `Curva del mate’ donde ahora hay una fábrica de aluminio, había una laguna donde los horneros (fabricantes de ladrillos) llevaban a lavar los caballos.

– Como había tanto barro, yo hacia el reparto de papa y carbón en un carrito a mano que me había hecho mi papá. Después, lo hacía en una jardinera. Un día, un colectivo 141 me revoleó con jardinera y todo, en Mitre y Hornos. El colectivo subió a la vereda y volteó un árbol; a mí, me llevaron a la Cruz Roja.

Vendíamos mucho al fiado, con la libreta. Había muchos ferroviarios que cobraban a fin de mes. Y sí algunos clavos teníamos. Pero la gente era más cumplidora que ahora. La competencia que teníamos era la de don Lucero-el papá del escribano- que tenía la carbonería en Urquiza y avenida San Martín; don Laguna, en San Martín, entre Roverano y Fischetti; Emilio Cucaresse, en Bahía Blanca entre Rebizzo y Parodi…

Cuando mi padre llegaba de trabajar, lo iba a esperar, a la una, a la estación, con la jardinera. Los cocheros de la estación eran Alonso y `Bigote’, un morocho grandote… manejaban carros donde transportaban pasajeros.

No había muchas diversiones pero la pasábamos bien. Jugábamos a la pelota en la cancha «El Alba”, que estaba en Pringles y Rebizzo o íbamos a Trenque Lauquen y Álzaga, frente a la casa de los Iglesia. También íbamos a cazar pajaritos a Pilar, Castañares… venían mis hermanos, Eugenio Sánchez, Arturo Pérez, Juan José Torchia, Cacho Sciarella, Juan Fernández…     

También íbamos al Paramount, al Lucchetti, al cine de Aloe, al zoológico, al Parque Japonés… volvíamos de noche, sin problemas. No había chorros; apenas algunos muchachos que se dedicaban a la rapiña… A la noche, pasaba el vigilante a caballo o el sereno en bicicleta que, cada tanto, tocaba pito.

En el ’62, pusimos el garaje y estación de servicio El Triunfo. La carbonería, que se llamaba igual, la cerramos en el `60. El nombre lo creó mi madre; ella siempre decía que íbamos a triunfar. Con mis hermanos siempre me llevé muy bien. Fallecieron hace poco. Recuerdo la carnicería de Alberto Reyna; al lechero Maggi; la carpintería de Madrigano donde muchos aprendieron el oficio… como en Villa Lynch hubo muchos textiles, en Caseros siempre hubo muchos carpinteros… En fin, toda mi vida la hice en Caseros, es un barrio que me gusta mucho.

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