
YO FUI A BAILAR A ZODÍACO
Esta nota la rescatamos (también adaptamos y resumimos) de www.eladanbuenosayres.com.ar, cuyo autor es Santiago Carrillo. Si bien Caseros y su Gente se caracteriza, desde hace más de 30 años, de reflejar la identidad de nuestro barrio, cada tanto nos gusta “entrometernos” en comarcas “foráneas” a estas calles … Aunque, a decir verdad, Zodíaco fue cuna de numerosos noviazgos y matrimonios caserinos que nacieron allí (por ejemplo, el del que suscribe)… Por tal motivo, cuando se transita por Juan B. Justo, algunos observan nostálgicos la construcción y otros con ganas de demolerlo (pero ésa es otra historia)…
En la esquina de Juan B. Justo y San Nicolás, una imponente estructura de cuatro pisos se destaca sobre las demás en una zona de pocos edificios. Unos enormes ventanales ensuciados por el hollín reflejan el abandono a lo largo del tiempo. Pero antes tuvo que ser algo más ¿Qué pasaba dentro de los cristales?
Una mujer, cercana a los 60 años, revela la verdad cuando le dice a su hija:
-Vos que preguntabas el otro día, ¡Acá bailábamos los lentos! La última oportunidad de “levante” era cuando pasaban “Cuerpo sin alma”, de Ricardo Cocciante, cuenta ante la mirada de la joven.
La mujer se refiere a Zodíaco, el boliche emblema entre los años ’70 y ’90.
En 1963, los hermanos Raúl y Oscar Palacio construyeron el edificio y fundaron una peña bailable en la que se reservaba para cenar junto a algún show. Diez años más tarde, comenzó a funcionar como discoteca para inmortalizar su nombre.
Hacia los ’80, cuando los picados de fútbol en la vereda y las carreras en bicicleta fueron cosa pasada, Eduardo, Claudio y muchos jóvenes de Floresta y Paternal (nota de redacción: y de Caseros) tenían una nueva pasión.
Zodíaco los llenaba de expectativa. Ponían el máximo de sus esfuerzos estéticos para la ocasión: impecable el saco, zapatos lustrados y severa atención para que el pelo pareciera corto (nota de redacción: con pelo largo, no entrabas) y que la afeitada estuviera al ras para conquistar alguna chica, quien también cumplía con su ritual: peinado digno de una obra de arte, un vestido bonito y esperar la noche deseada con algún pretendiente.
Claudio, quien no se perdía ningún viernes ni sábado en la discoteca, es dueño de la heladería Anta que se encuentra a 50 metros de lo que fue Zodíaco, sobre Juan B. Justo, paso obligado para “la previa”, recuerda con regocijo a las chicas de Caballito que “siempre fueron las más lindas” (nota de redacción: falso, las más lindas eran las de Caseros).
Pero si las pócimas del amor moderno no funcionaban, siempre era un placer ir simplemente a escuchar y bailar los temas de Giorgio Moroder o “Last train to London” de Electric Light Orchesta que se repartían en simultáneo hasta las dos de la madrugada -inicio de los lentos- entre las distintas pistas: el Salón Rojo o Blanco, que se caracterizaban por las lámparas y sillones en esa tonalidad, el Negro, que tenía solo luz ultravioleta y flashes, el de los signos o en La Calesita que estaba en el piso superior junto a una barra que tenía un pequeño carrusel.
“Nosotros salíamos a escuchar música, porque no era como ahora que está todo al alcance de un celular. Conseguir un disco era una epopeya”, cuenta Claudio en un reflejo de la época, tiempos de nacimiento para las radios Fm: Horizonte y Rock And Pop, referenciadas en Zodíaco y Cemento, respectivamente.
Eduardo parece flotar en el recuerdo cuando le nombran “Zodíaco”. Sonríe suavemente, como si disfrutara de cada contracción de los músculos de su rostro. Para él, representa una etapa de sana diversión y del entendimiento que “uno puede trabajar y divertirse al mismo tiempo”.
Él fue artífice de la era Zodíaco que llegó a tener 3.500 personas cada vez que abría sus puertas. Hacia el año 1984, conoció a Raúl, el dueño que “era el alma del boliche”.
Eduardo tenía una maña adquirida desde pequeño para la electricidad y comenzó a colaborar en la iluminación del Salón Rojo y luego trabajó en Zodíaco. Estuvo hasta que el boliche fue vendido en 1990. Pero era tal el cariño con Raúl Palacio que siguieron siendo amigos hasta su muerte en 2006.
-¿A qué se debe Zodíaco perdure en el recuerdo?.
Eduardo: Por la formalidad y el ambiente familiero. El slogan era “tu lugar de reunión”, y era muy cierto porque se mantenía en los cánones tranquilos y era fácil hacer amigos. Era un imán, una vez que se entraba siempre se volvía porque era un grupo de gente distinta que te trataba bien. Era como un club social que tenía la particularidad de ser bailable. En la semana había actividades de metegol y hasta una biblioteca con su sala de lectura.
-¿Cómo podía ser “familiero” un boliche?.
Claudio: Y, las madres iban a bailar con “las nenas”, como en los típicos años ’20 de San Telmo. Los guardias, que eran como los patovicas, no dejaban que nos besáramos con ellas. Si te agarraban, te echaban y quizás no te dejaban pasar la próxima semana, ¡A nadie se le cruzaba por la cabeza correr ese riesgo!
Eduardo: Los guardias eran muy distintos a lo que son los patovicas de hoy en día, verdaderas máquinas de golpear. Eran amigos de los pibes y te decían bien las cosas. Siempre encontrábamos la manera para que no nos vieran.
-Y en ese contexto, ¿tuvieron algún amor especial?.
Eduardo: Sí. Mirta, quien fue mi mujer durante 20.
Claudio: Algunos (entre risas).
-¿Cómo era una cita cuando también estaban las madres?.
Eduardo: Todos éramos parte de Zodíaco, de ahí lo “familiero”. Cuando la noche terminaba, alrededor de las seis de la mañana, nos íbamos todos juntos, pibes, pibas y madres, a desayunar. Ese standard de formalidad siempre se mantuvo y la gente lo tomaba muy bien, le gustaba.
-Esa formalidad también estaba en la vestimenta ¿han tenido actos desesperados en su preparación para que los dejaran pasar?.
Eduardo: A media cuadra de Zodíaco funcionaba el quiosco de Felipe Turco, quien era una persona muy hábil para tratar a los jóvenes. Era increíble ver la cantidad de pibes que se aglomeraban a su alrededor, porque él les daba todo lo que necesitaba: corbatas, colitas para atarse el pelo y hasta hojas de afeitar.
Claudio: Los pibes con total de entrar a Zodíaco se afeitaban a secas en plena calle con las hojas del “Turco”, como le decíamos nosotros.
-Ustedes también hacían su “previa”, ¿Qué diferencias con los jóvenes en la actualidad?.
Eduardo: Creo que ahora los pibes se juntan a emborracharse para entrar al boliche a las tres de la mañana. En el caso nuestro, si entrábamos a las diez, nos juntábamos a las nueve para alistar los detalles en la “pilcha”, tomar un café, una cerveza o algún whisky (nota de redacción: recién me entero… ¿whisky?). Todo sucedía en los alrededores de Zodíaco.
Claudio: La heladería Anta siempre funcionó como el punto de encuentro. Se daba naturalmente y siempre estaba repleto de pibes y pibas que iban a ir a Zodíaco. Era casi como el paso obligado tomarse un helado antes de entrar a bailar.
-¿Nunca hubo peleas?.
Eduardo: Sí, claro que las había. Pero se respetaba mucho el lugar. A lo sumo se iban a una plaza cercana y se agarraban entre cuatro o cinco.
Claudio: Recuerdo que sobre la última época hubo una muy grande, y hasta me llegó el rumor de que ese fue el motivo por el cual cerró Zodiaco.
Eduardo: ¡Cierto! Eran un montón de personas que cortaron la avenida Juan B. Justo. Uno de los que estaba en la gresca era el que manejaba la barra de All Boys, un tipo que no recuerdo el nombre pero era algo referido a “ito”, porque era increíblemente petiso. Raúl, el dueño, lo trataba muy bien justamente para evitar problemas y cuando pasó aquello lo agarró del cuello, al punto de hacerlo flotar, al grito de “¡¿Cómo me hacés esto con lo bien que te trato a vos!?». Automáticamente, la pelea terminó y el tránsito circuló con normalidad. Pero no cerró por ese tema.
-¿Por qué cerró?.
Eduardo: Raúl tenía 71 años y los tiempos habían cambiado. Él quería irse con su buena imagen de una persona con gran vitalidad, la que tanto trabajo le había generado forjar. Sabía que sus familiares lo iban a destruir, así que prefirió venderlo.
-Entonces, hasta ahí no había cerrado ¿Quién lo compró y que sucedió?.
Eduardo: Gaetano Nunziante, que lo conocían por Nino. En la operación intervino Aragón Cabrera, quien fue presidente de River Plate y tenía una inmobiliaria. El arreglo era que Raúl tenía que enseñarle los secretos del negocio a Nino. Pero Nino se negó, porque lo creía un “viejo gagá”. Zodíaco fue llevado delante de una manera muy personal por la actitud del dueño. Los nuevos propietarios hicieron todo lo contrario y empezaron por echar a todo el personal. La gente dejó de ir, tal es así que en 1992 cerró definitivamente, luego de hacerlo funcionar con la comunidad paraguaya y después transformarlo en boliche gay. Para mí, Zodíaco cerró en junio de 1990, cuando terminó la era Palacio.
-¿Qué sentirían si Zodíaco volviese a abrir?
Claudio: Aquello queda como un lindo recuerdo. No creo en la idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Sería como encontrarse a la novia de los 15, pero con 50 años. Es como la fantasía sexual: la realidad nunca va a ser tan idílica.
Eduardo: A mí me deja una sensación de agradecimiento eterno, principalmente a Raúl que me permitió ser parte de Zodíaco cuando yo estudiaba ingeniería y no tenía un mango. Además el gusto del recuerdo de una juventud sana, bien disfrutada.