Fernando Héctor Larumbe, en su libro “Nostálgicos recuerdos caserinos”, recuerda quela escuela N° 8 se hallaba en la esquina de 3 de Febrero y Belgrano. Su inmenso predio poseía la entrada principal por 3 de Febrero y otra secundaria, por la calle Belgrano. Ambas eran usadas tanto como entrada y salida de los alumnos. Esta última era especialmente tenida en cuenta para los combates en “defensa del honor”, con el reto de la “mojada de oreja” y el consabido “te espero a la salida”. Larumbe señala que las disputas se pregonaban al grito de “hay pesto, hay pesto” y que el lance concluía tras algún ojo en compota o la aparición de la chicolata, expresión que, en los años ’30, definía la aparición de sangre en la nariz.

Sobre las riñas a la salida del colegio, Alejandro Dolina en sus espléndidas “Crónicas del Ángel Gris” (Ediciones de la Urraca, capitulo: “Niños, libros y lecturas”), escribió lo siguiente:
UNA PELEA
Me empujaron a la salida. Hubo un tumulto blanco y después de una rápida investigación quedé frente a frente con Carlos.
-¿Qué empujás?.
Se formó una rueda. Alguien gritó:
-Fajalo…
Niñas aterrorizadas se sumaron al grupo. Carlos se puso muy colorado. Manos crueles lo empujaron hacia mí. Tito, falso caudillo ysujeto temido, me dijo:
– Dale… le tenés miedo?.
Entonces le acomodé una piña y ahora ya sé que soy cobarde.

El conocido Alejandro Dolina fue alumno de la escuela N° 38 (actual 12), ubicada en Urquiza y Lisandro de la Torre, donde su mamá ejercía como maestra. Alguna vez, nos dijo: “…en esa época, vivía sobre Urquiza 68 (antigua numeración), a media cuadra del colegio, en una de las casitas del ferrocarril”. También, recordó que para recibir la lista de los mandados que necesitaba su madre, sin entrar al colegio, se colgaba de los barrotes de la ventana del aula que daba a la calle.

Larumbe retoma en su narración que “la sede de la escuela N°8 fue uno de los edificios emblemáticos de Caseros. La construcción está hoy desaparecida por la piqueta que la transformó en una serie de locales comerciales”.
Arminda vda. de Baldini fue la primera maestra de este establecimiento educativo que, se informa en la antología “Homenaje a Caseros a 110 años de su fundación” (editada en 2002 por la Asociación Caseros Centenaria, SADE Tres de Febrero y la Oficina Municipal de Letras), fue habilitado en 1896.

JUAN LABORDE
En la misma antología, el recordado actor Juan Laborde (1909 – 2004) escribe que tanto él como su hermano Demetrio también fueron alumnos de la escuela N° 8.
“Después – evoca Juan – pasamos a la escuela 83(actual N° 45, av. San Martín y Urquiza), fue aquí donde nació mi vocación de actor porque la maestra que tenía a cargo la realización de una fiesta de fin de curso me pidió que recitara un monólogo referido a la llegada de Colón. Cuando terminé, me aplaudieron a rabiar. Entonces, ratifiqué aquella vocación actoral que ya se venía anunciando”.
En el mismo texto, Laborde señala que más adelante “junto a un montón de amigos de Caseros” siguió estudiando en un colegio de Palermo. Y agrega: “Una tarde, al bajar del tren, se nos ocurrió visitar un circo: el de los hermanos Rivero. Don Juan Rivero, que era el mayor de los hermanos, tenía su carpa armada sobre avenida San Martin, donde luego se levantaría el cine Urquiza, y se le ocurrió hacer una parte con los muchachos del barrio. Organizó concursos haciéndonos saltar con aros, sobre un burrito y otros animales y más de una vez nos calzaba los zapatones de payaso, largándonos al picadero acompañados por el mago”.

DELIA CAFFERATA
En una entrevista que le realizamos en 1989 a la inolvidable Delia Cafferata, nieta de don Agustín, también recordó su paso por la Escuela N° 8, en los años ’20. En aquella oportunidad, nos dijo:

La escuela, que estaba en 3 de Febrero y Belgrano, era una casa paqueta, de familia, que tenía un hermoso zaguán, decorado con mayólicas. La directora que vivía en la escuela, con su familia, era la señora Antonina Raño de Santana Pérez. Recuerdo que era muy dedicada a su función.

En aquellos tiempos, íbamos al colegio de lunes a sábado ya que no existía el sábado inglés.

Los chicos eran muy respetuosos. Cuando yo iba, había chicos de 15 o 16 años, quizá porque habían empezado más tarde. Sin embargo, eran muchachotes buenos… afuera serían como todos, pero en la escuela a las maestras la respetaban muchísimo.

En los recreos jugábamos a la esquinita, a la rayuela, a la mancha, y los chicos, al dinenti, la escondida, la pelota, y mucho, al rango.

En la escuela eran todas maestras: las señoritas Suissis, Uriarte, Schenone, Dora Barrios; la señorita Lascano era la más brava y la que más hacía charlar a los varones.

RICARDO Y PICHI
Ricardo Alberto De Cesare en su libro “… y el Mundo Giró en Caseros”, recuerda que fue alumno de la “gloriosa escuela N° 33, ya desaparecida, que quedaba en Lisandro Medina, entre De Tata y Sabattini. A esta escuela la reemplazó la actual Ricardo Rojas (De Tata, entre Murias y Curapaligue). Para llegar, teníamos que cruzar el famoso monte de la Viuda de Romero”.                                             

Su primer grado superior Ricardo lo cursó en la escuela N° 70 (actual N° 5), ubicada en D ‘Ella Rossa y Larralde. Dice que “en ese colegio tuve la primera conexión de cerca con la muerte porque falleció el hermano de un compañero… fue un golpe muy duro para mí”.
Dado que Ricardo se encontraba atrasado con respecto a sus compañeros de aula, su madre decidió llevarlo a una maestra particular.
“Me anotó en lo de Miriam ¡Qué maestra era! – rememora – El día que empecé, me dijo: ‘me contaron que sos medio inquieto’, y sentándome entre dos chicas, señaló: “Ellas te van a ayudar”. El lugar donde nos enseñaba era un galpón con techo de chapa y muy bajito. Ella enseñaba a chicos y grandes, estábamos todos juntos. Las chicas entre las que me sentó eran la hija del dueño de la fábrica de soda, María Rosa, y la otra era la que sería la madre de mis hijos: La Pichi.

Más adelante, De Cesare cuenta que “gracias a la rigidez de la señorita Miriam en su enseñanza, en cuatro meses aprobé primero superior. En el verano, seguí estudiando y en marzo rendí segundo grado y, en julio, aprobé tercero. No sólo que me había puesto al día, estaba hasta un año adelantado. ¡Todo lo que se puede lograr cuando a un chico lo guían como corresponde…! No creo que haya chico que no aprenda, sólo hay que darles otros tiempos y dedicación”.
El alumno Ricardito estaba enamorado de La Pichi. Es más, la consideraba su novia aunque ella no se diera por enterada. “Mi romance empezó en un banco de la escuela pero sin que ella lo supiera”, reconoce en su libro. Quizá la niña empezara a sentirse aludida cuando, en nombre de ella, Ricardo desafía a pelear al Gallego Castillo, a la vuelta de la escuela, dado que éste había osado ofender la chica de sus sueños.
“Les juro que le debo de haber pegado un par de trompadas al Gallego; en cambio, él me molió a palos. Yo tenía nueve años y el cómo quince pero desde ese momento me hice muy amigo tanto de La Pichi como de su hermano”, describe De Cesare, quien ya cumplió las Bodas de Oro con su antigua compañerita de banco.

RICARDO SALAZAR
Jamás olvidó su paso por la Escuela N° 28 (actual 4) Angel Pini, ubicada en la calle Puan, entre 3 de Febrero y Sarmiento. En cierta oportunidad nos contó:       

Esta escuela fue donada por la familia Pini, vecinos de Villa Pineral. Cuando se cumplieron las Bodas de Oro del colegio, se hicieron presentes los nietos de los fundadores.

Para mí, una de las artífices de la escuela fue la directora, Noemí Podestá de Rivella, quien incluso llegó a ser directora de Cultura durante el gobierno municipal de Ramón Landín y, además, fue la primera directora de la escuela N° 1 Ricardo Rojas, que está en la calle De Tata.

Antes, había un gran respeto en el trato con las maestras. Ahora hay más confianza, no sé si será mejor o peor, pero sí falta firmeza en el carácter, eso se transmite a los chicos y puede llegar a generarse un ‘viva la pepa’. Recuerdo que una vez estaban tocando el Himno Nacional -que es vibrante, rítmico – yo estaba marcando el ritmo con el pie derecho y me llamaron la atención. Había que estar firme, derechito… Los padres de los alumnos participaban más que ahora en las fiestas patrias… también concurrían los funcionarios públicos.

En los recreos se jugaba a la mancha, la bolita, a las escondidas, el balero y las figuritas; también nos daban la copa de leche y el famoso pancito.

Las figuritas que se juntaban eran las de los corredores de turismo de Carretera: Daniel Musso, Félix Peduzzi, Marcos Ciani, los hermanos Gálvez

Si nos portábamos mal, nos hacían firmar el cuaderno de disciplina. Nos mandaban a dirección o nos ponían de florero en la puerta del aula… Quedarse en la puerta del aula te daba una vergüenza especial porque te podía ver la directora o alguna señorita de otro grado.

• Tuve como maestras a las señoritas Sara Tarrieta, Faustina de Gutiérrez, Nelly Carrión, Juanita y Nelly Sablik.

• En ese tiempo (los años ’50), se decía que tercer y quinto grado eran los grados más difíciles y, por eso, esas maestras nos parecían más bravas.

• Me acuerdo de cuando en el año 1950, el equipo de Furlong ganó el campeonato mundial de basket y en los recreos se hacían muchos comentarios.

• En el año ’54, el día que Pascual Pérez se coronó campeón mundial, en Japón, alguien llevó una radio y escuchamos parte de la pelea en el aula, con la maestra.

• Con la escuela 28 me pasa algo singular. Es automático: paso por la puerta y me parece que paso por el frente de una iglesia. Por supuesto, no lo hago, pero siento tanta unción, tanto cariño que me dan ganas de persignarme.