A sus 79 años, falleció ayer Francisco Solano Tejada, querido bicicletero de nuestro barrio quien por más de medio siglo estuvo al frente de su local ubicado en la calle Esteban Merlo, casi esquina Hornos.

Pancho o Negro o Flaco – le decían – nació y siempre residió en Caseros. De padres riojanos, cursó la primaria en la “gloriosa escuela N° 8” – así él la llamaba – actual N°12.
“Cuando la trasladaron de 3 de Febrero y Belgrano a la calle Andrés Ferreyra, yo estaba en segundo grado”, nos dijo en cierta oportunidad. Y agregó: “Hicimos la mudanza ‘a pulso’. Un grupo de chicos íbamos por una vereda con pupitres, tinteros, mapas, tizas… y otro volvía por enfrente a buscar más cosas. Éramos un espectáculo”.
También recordó con emoción a “la señorita Correa, que tenía fama de severa, pero en el fondo era muy cariñosa”.
Trabajó de pibe, en Bonafide, cuando este local estaba en la calle 3 de Febrero pero le gustaba ir a “husmear” en la bicicletería que Miguel Lyach atendía en Cafferata y Caseros.

“ME DI CUENTA QUE ERA MI DESTINO”
“Al tiempo, Lyach se fue a EE.UU. y le compró el negocio Rogelio Herrera. Yo, entonces, entro a trabajar de efectivo. Además estudiaba para técnico en televisión. Más adelante, Herrera también se va a EEUU y yo no sabía a cuál de las dos ocupaciones dedicarme. Pero ocurre algo: un pibe de Caseros, al que lo enloquecía andar en bicicleta, sufre la rotura del tendón de Aquiles. Yo le diseño una bicicleta especial que le da muy buen resultado. Al ver al pibe tan feliz, me di cuenta que ése era mi destino, entonces le compré la bicicletería a Herrera”.

A Pancho le gustaba encontrarse con sus viejos amigos y evocar los tiempos en que se la pasaba jugando picados en Frugone y Moreno. Cuando lo entrevistamos, nos pidió que publiquemos su agradecimiento a los Ottonelli “quienes vivían ahí y siempre nos devolvieron la pelota”.

Más allá de su entusiasta dedicación al oficio, Pancho tenía otras aficiones, sobre todo, las relacionadas con el bienestar barrial. Personalmente, soy testigo de que dio mucho de su tiempo libre para restaurar la formación ferroviaria que se luce en la plaza Unidad Nacional. También, entre otras, tenía inquietudes por el sentido del tránsito de algunas calles (al respecto, promovió juntar firmas para que se concretaran). Recuerdo, por otro lado, sus ideas para que desde “Caseros y su Gente”, destacásemos a ciertos vecinos del barrio.

Tejada, quien vivía en la calle Constitución, entre Belgrano y Urquiza, estuvo casado con Carmen Diana Suárez, quien fue docente y falleció hace pocos años. El matrimonio tuvo tres hijos – Corina, María Verónica y Francisco – y siete nietos.