El lunes 5 de octubre, a sus 91 años, falleció Ricardo Medina, quien en su juventud llegó a ser cantante de la orquesta del legendario Osvaldo Pugliese. Santafesino de cuna, el hombre se radicó en Caseros apenas adolescente. En realidad, se llamaba Domingo Marcelino Friera y fue don Osvaldo quien lo bautizó con el seudónimo que lo conocimos en el barrio.
Ricardo, antes de consagrarse como cantante, trabajó en un frigorífico de la Boca. Divorciado de su primera esposa (con quien tuvo cinco hijos), Ricardo estaba en pareja desde hace décadas con Rosa Lencina. En sus últimos años, junto a ella, atendía un puesto de venta de flores ubicado en av. San Martín y Sabattini. Residía en la calle Belgrano, casi Zanella. En cierta oportunidad, lo entrevistamos y nos dijo lo siguiente:

• Me crié en Santa Fe, cerca del río Salado. Llegué a Caseros en el ’45, tenía dieciséis años. Vine en busca de trabajo como casi todos los provincianos. Me alojé en una pieza que me cedió un matrimonio amigo, en lo que hoy se conoce como el Barrio Evita. Vine solo. En el interior, ya uno a esa edad es responsable para algunas cosas… aunque inocente para otras.

Empecé a trabajar en un frigorífico de la Boca. Salía de Caseros a las cuatro para fichar a las seis. Con el tiempo, ya casado con hijos, viví en una villita que estaba en el triángulo que forma la vía muerta y la calle Kennedy. Ahí, de palabra, compré un rancho a un conocido. Si no me instalaba ahí, la única posibilidad que me quedaba era mudarme a José C. Paz, muy lejos del frigorífico.

• Yo era de andar tarareando todo el día. En las reuniones familiares, en el trabajo, siempre me pedían que cantara algún tanguito. Una vez, Palito Pietrantonio – el diariero de Andrés Ferreyra y Urquiza, quien en ese tiempo era jovencito y andaba siempre en bicicleta por el barrio – me dijo que me anotara en un concurso de tango que organizaba el club Libertador. El día del concurso me puse un saquito más o menos… no estaba muy bien de apero y me largué para el club. Héctor Primavera era el animador. Palito me presentó: “Muchachos, éste va a cantar… hay que hacerle barra”. Gané el concurso por la muchachada. Y también fue por la muchachada que gané otro concurso en el club Unión.

Los compañeros del frigorífico me anotaron en un concurso en el Tango Bar, de Flores… ahí sí que no había barra posible. En el jurado estaban Alberto Marino, Jorge Vidal, Fulvio Salamanca… Acompañado por los hermanos Remerzaro – guitarristas estables de radio El Mundo – canté Milonguera… y gané.

• Para ese tiempo, Miguel Montero se había ido de la orquesta de Osvaldo Pugliese porque no había querido ir a una gira por Europa y oriente y andaban buscándole un reemplazante. Don Fulvio Salamanca le chimentó mi nombre a don Osvaldo y me mandó a buscar. El glosador de la orquesta – el Negro Mela – fue el que vino a la villita y me dijo que ese día, a la tarde, Pugliese me quería tomar una prueba en Callao 11.

Palito me sacó del apuro, me prestó traje, camisa, corbata y me acompañó. Cuando llegamos, me quería morir. Yo creía que la prueba era para mí sólo… pero había como cincuenta postulantes. No me volví a Caseros inmediatamente porque Palito me insistió para que me quedara. Cuando llegó mi turno, me escucharon, anotaron mi nombre y nada más… «Cualquier cosa lo llamamos…», me dijeron. Don Osvaldo estaba al piano y no decía nada.

• A la semana, me convocaron para hacer otra prueba en un estudio de radio Libertad. Esta vez, éramos cinco los convocados. Todos cantamos el mismo tango: “En la vía”. Después, los veintiún integrantes del equipo de Pugliese votaron. Gané por veinte votos contra uno. El único que no me votó fue Jorge Maciel, el otro cantor de Pugliese. Ese mismo día me bautizaron artísticamente como Ricardo Medina, me dijeron que largara el frigorífico – ¡al fin deje de chupar frío después de tantos años! -y me facilitaron medios para que me mudara de la villita

Lo que son las casualidades, con la orquesta de Pugliese debuté en el Unión de Caseros. Grabé dos temas para el sello Odeón: “Sentencia” y “No le erré”. Ya mi nombre aparecía en los diarios, me nombraban en las radios… ser cantor de Pugliese eran palabras mayores.

• La gira que se avecinaba era de casi medio año. Yo estaba entusiasmado… pero familiares y amigos me empezaron a calentar la cabeza para que no fuera… ¡Cómo te vas a ir y a dejar a tu mujer y a tus hijos tanto tiempo! , ¡Quedate que te van a contratar!… que esto, que lo otro… al final, renuncié.

Creo que si hubiera tenido un poco más de inteligencia no hubiera desechado esa oportunidad porque a cuánta gente le hubiera gustado estar en mi lugar. Incluso, cuando el maestro Osvaldo regresó de la gira, intentó recuperarme pero yo ya estaba contratado por Joaquín Do Reyes .

• Después, inicié una carrera como solista, compartí escenarios con Floreal Ruiz, Carlos Roldán, Goyeneche; especialmente, con Alberto Morán, buen cantante, buen compañero, un tipo ganador…

Una de mis grandes frustraciones fue no haber cantado con la orquesta de José Basso, creo que su estilo de tocar era justo para mí…

• Hice giras por el interior, canté en lugares bacanes y, también, en lugares bravos donde uno se daba cuenta de que preferían los cuartetazos.

Si bien viví y vivo de la música, pasé momentos bravos. Cuántas veces, con Alberto Morán, nos costaba encontrar lugares donde presentarnos.

• Una vez, acompañé a Joaquín Do Reyes al Concejo Deliberante porteño. Sentados, esperaban Troilo, D’Arienzo, Salgán… le pregunté a Joaquín: ¿A qué vienen acá?. Me respondió: A lo mismo que vengo yo, a que me den trabajo… de acá, salen las órdenes para trabajar en las radios. Pensar que esa gente era la historia de la música… estaban haciendo banco para conseguir un trabajito.

En frente de la estación Caseros, en la calle Alberdi, vivía el autor de Dame Tiempo, un tangazo que hizo furor. Era un bandoneonista de primer nivel. Un día me lo encuentro en la calle con un portafolios… ‘¿Qué hace, Ramos?’, le pregunté. Me respondió: “Ando vendiendo lotes”. Yo pensaba cómo un poeta de ese calibre no podía vivir de lo artístico.

• Vivir la noche es una lucha constante. Uno, en el camino, va dejando muchas cosas. Uno vuelve a la madrugada cuando los chicos se van a la escuela… se levanta a la tarde y se vuelve a ir. Por otro lado, son muchas las tentaciones y, a veces, la carne es débil.

Lo que a mí me salvó fue que nunca fui bebedor… debo ser el único tanguero que toma naranja Fanta. Por otro lado, hace años que no fumo. La única vez que me puse en curda fue en el boliche de Luis Catalano, que estaba en Mitre y 3 de Febrero. Resulta que allí yo recalaba después de cantar en otros lados. Esa noche, había guiso y tomé un vaso de vino y otro y otro… me tuvieron que llevar a casa.

Sentencia, No la erré, Vieja amiga, Andate con ella, Libertad… son los temas que más me pide Ia gente. Son tangos que me ponen la piel de gallina porque son la vida de uno. Para mí repertorio, elijo los temas que siento.

El cantante de tango está muy cerca del actor, tiene que interpretar todo lo que quisieron transmitir los grandes poetas… al tango hay que sentirlo en la piel.

• Soy de aceptar lo revolucionario de Piazzola. El que no lo acepta es el tanguero ortodoxo que no quiere los acordes largos y se pregunta cómo se baila, cómo se canta esto. El tanguero de antes quiere escuchar a D’Arienzo… pon, pon, pooon… quiere sentir ritmo, ritmo, y no el acorde largo de un violín.

Actualmente, estoy cantando en el club Los Latinos y en el Centro Cultural Arturo Jauretche; en esta institución, también enseño a cantar, tengo unos cuantos alumnos. 

• El viernes 17 de marzo (de 2000), la gente del Jauretche me organizó un homenaje por mis cuarenta años con la música. Me emocioné muchísimo, es algo inolvidable. Por supuesto, estaba Palito, mi amigo de siempre… a los dos se nos cayeron algunas lágrimas.

1960. Joaquín Do Reyes, Ricardo Medina y Roberto Channel