OSCAR ROVITO (TARZANITO) : EL PRÍNCIPE DE LA SELVA
By Caseros y su Gente

OSCAR ROVITO (TARZANITO) : EL PRÍNCIPE DE LA SELVA

FUE EL ÚNICO HIJO DE TARZAN Y JUANA. SUS COMPAÑERITOS DE JUEGO FUERON EL ELEFANTE TANTOR Y LA MONA CHITA. CUANDO NOSOTROS PARÁBAMOS DE JUGAR A LA PELOTA PARA RELIGIOSAMENTE, SINTONIZAR RADIO SPLENDID A LAS SEIS DE LA TARDE, ÉL SE PASEABA DE LIANA EN LIANA JUNTO A SUS LOS CHIMPANCÉS. ERA TARZANITO, EL PRINCIPE DE LA SELVA.

Cuando lo entrevistamos, andaba por sus 72 años. Los llevaba muy bien y se lo decimos. «Es que tomé mucho Toddy», comentó, riéndose. Compartimos un café, lejos de leones, tigres, árboles tupidos.

Se recordó como un pibe de Paso del Rey que cada atardecer, a las seis, se pegaba a la radio para escuchar Tarzán, el rey de la selva, el programa que, con gran audiencia, protagonizaban César Llanos y Mabel Landó.

– ¿Cómo llegaste a ser Tarzanito?.
– A través de la revista Billiken… Toddy, la firma que auspiciaba el programa, organizó el certamen «Buscando el Tarzanito argentino», para elegir a un chico que interpretara al hijo de Tarzán y Jane. El guión, que venía de Estados Unidos, ya estaba en la etapa de cuando ellos iban a tener un hijo. Le pedí a mi papá que me anotara en el concurso.
– ¿Pensabas que podías servos el seleccionado?.
– Y, sí… todo chico tiene fantasías. En realidad, fui elegido en segundo término. El primero daba más físicamente (yo era mas gurrumín) pero actoralmente no convenció a los productores y, entonces, me llamaron.

Así empezó el éxito del Tarzanito argentino que fue inmediato, contundente. Cada día, Rovito, quien concurría al colegio por la mañana, era acompañado por su madre hasta la estación Paso del Rey para tomar el tren. En Plaza Miserere, lo esperaba su padre quien lo llevaba hasta los estudios de Radio Spléndid, en Uruguay 1237. Luego, regresaban juntos. Tiempos en los que en la avenida Santa Fe, para el Día de la Primavera, se organizaban los muy concurridos desfiles de carrozas decoradas para la ocasión.     

«Una tarde, desfilamos en jeeps ornamentados con pieles de jaguares y palmeras. La producción había contratado a unos negros a los que disfrazaron de indígenas, de caníbales. Era tanta la multitud que se nos acercaba, que el trayecto desde Callao hasta la plaza San Martín duró como tres horas», recordó Oscar. Se dice que, asombrado, hasta el mismísimo general Perón comentó: «Pero, caramba, llevan más gente que nosotros».

El pibe de la zona oeste tenía trece, catorce años, y estaba viviendo un sueño.
– La fama, el éxito… ¿No te condicionaron?
– Mi papá era un hombre muy sensato… sabio, diría. Él se ocupó mucho de que yo no me la creyera, que no me enfermara de importancia.

Don Francisco Rovito era dibujante publicitario. Si bien alentó que Oscar desarrollara su trabajo actoral, también se preocupó para que tuviera otra carrera como alternativa laboraI. «Me decía: ‘No te confíes, esto puede ser pan para hoy… te conviene tener, también, otro respaldo'».
Fue así que Oscar comenzó a interesarse en la ocupación de su padre. Dada su popularidad, Oscar fue convocado por Armando Bo para actuar en El hijo del crack, El cura Lorenzo, en otras películas. En los ‘créditos’ de los filmes aparecía su nombre y, entre paréntesis, ‘Tarzanito’. También fue llamado para trabajar en el teatro Cervantes.
Rovito reconoció: «Tuve muchísima suerte… pensar que hay actores que estudian y se preparan a lo largo de años y jamás pueden pisar un escenario como el del Cervantes y yo, por la notoriedad en la radio, me daba ese lujo siendo tan joven«.

Su carrera parecía no tener techo y lo llamaron para ser uno de los protagonistas principales de la película Edad difícil, que dirigió Leopoldo Torres Ríos. El otro rol principal lo ocupó Bárbara Mujica. «Ella tenía once años; yo, quince».

A este film le continuó Demasiado jóvenes y Los que verán a Dios. La pareja se enamoraba en las películas y se enamoró en la vida. Se casaron y se radicaron en un departamento alquilado, en Versalles. Él tenía 20; ella, 16. Tuvieron dos hijos. Poco tiempo después, se separaron.

Rovito continuó su carrera artística y participó en, entre otros, los teleteatros Amor a toda hora y El amor tiene cara de mujer; en el programa musical Copacabana; acompañó a Raúl Rossi en El violinista en el tejado y a Palito Ortega en la película Los muchachos de mi barrio.

Llegados los ’70, se sumó a la fervorosa militancia peronista. Lleno de ideales, sumó su bagaje artístico al compromiso político. Entre otros trabajos, participó en un larga duración llamado Cancionero de la liberación – junto a Piero, Marilina Ross, Leonor Benedetto, Farías Gómez, Juan Carlos Gené, etc – donde le dio letra, música y le puso su voz a, entre otros, el tema Los únicos privilegiados.

El trágico anochecer de 1976 sepultó su trayectoria actoral. Pasó a integrar las listas negras de la dictadura militar y debió apelar al oficio heredado de su padre para sobrevivir económicamente. «También me dio una mano mi cuñado que compró un taxi y salí a manejarlo… No me quejo, yo puedo contarla; otros tuvieron que exilarse o perdieron la vida».

La llegada de la democracia lo impulsó a renovar su militancia y, salvo presentaciones esporádicas, no retornó al mundo de la actuación. Fue dirigente gremial junto a, entre otros, «mi amigo Carlos Carella». A finales de los ’80, cuando en nuestro país se avizoraba toda «la impronta tecnológica», Oscar se desempeñó en un Centro de Formación Profesional de trabajadores, de la Capital, donde intervino en la creación y desarrollo de cursos, talleres, seminarios, congresos, firmas de convenios, etc. Esta labor la cumplió hasta su jubilación.

Con el café ya concluido hace un largo rato, Rovito reconoció : «Tuve una vida rica, intensa… fui favorecido por la vida». Siguió: «En absoluto puedo quejarme de algo y mucho más teniendo en cuenta lo que pasó en el Proceso que se llevó a tanta gente… yo fui muy cuidado por mis amigos, mi familia… especialmente a ellos, les agradezco mucho».
Se casó tres veces y tuvo cinco hijos. Delgado, lucía barba canosa y poco pelo. Tenía la sonrisa ágil y la mirada activa. Mientras dejaba la mesa, apuntó: «Todavía me sorprende cuando algún abuelo me reconoce por la calle y le dice a su nieto: ‘Ves, ese es Tarzanito’… claro, el pibe no entiende nada per o igual me gratifica».

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