Fue intendente y secretario comunal. También, ejerció el cargo de concejal y ocupó la presidencia del cuerpo deliberativo. Gran lector. Hoy, 9 de enero, se cumple el 13° aniversario de su fallecimiento, a sus 81 años.

En 1973, este hombre de cara franca y porte señorial fue elegido como intendente de Tres de Febrero. En agosto del ’75, los concejales lo destituyeron del cargo. Las injurias, la bronca y el dolor no lo abatieron y elevó su caso hasta las máximas instancias. La Procuración determinó que su deposición era injusta y que debía restituírselo en el cargo. El devastador golpe de 1976 dejó todo en la nada. Que lo habían destituido por negarse a firmar papeles irregulares o aprobar gastos que no estuvieran debidamente justificados fueron los fundamentos en que coincidieron hasta sus adversarios políticos.

En 1987, fue elegido conejal y presidente del cuerpo deliberativo integrado por algunos de aquéllos que lo habían expulsado. “Ese día fue uno de los más fuertes de mi vida… me sentí reivindicado”, nos señaló durante una entrevista.

Transitó su infancia y adolescencia en una casa de la calle Asamblea. Fue aprendiz de tornero, de lustrador de muebles y de otras mil ocupaciones hasta que ocupó el cargo de maestro amasador en la panadería familiar, “San Pablo”, que durante casi 40 años abrió sus puertas en la calle Perdiguero, entre Dante y Esquiú.

Fue militante peronista desde la primera hora y junto al también ex intendente Santiago Pastorino, fue uno de los referentes del partido en esta jurisdicción. Los tiempos bravos y sus convicciones lo llevaron a pernoctar con cierta asiduidad en las celdas de la comisaría de Caseros y también en las de los penales de Olmos y Devoto. Padeció allanamientos tanto en su casa como en la panadería.

“Mi familia sufrió mucho… muchas veces, de madrugada, debimos escapar con las criaturas… Debimos soportar acusaciones falsas… a mi familia le debo tanto. Por todo lo que sufrió mi familia es que siempre pido respeto por los que piensan diferente. Nadie debe ser perseguido o silenciado por pensar distinto”, decía.

Además de su pasión por la política, tuvo dos aficiones intensas: la lectura y la música.
Fue ferviente lector de novelas, ensayos, artículos periodísticos y de todo lo que apareciera impreso sobre renglones. Scalabrini Ortiz, José Ingenieros, Arturo Jauretche y su admirado Juan Perón eran sus autores preferidos. Cuando alguna lectura movilizaba especialmente su interés, la repetía en forma manuscrita para asimilar profundamente lo que el autor quiso manifestar. Este fervor le proveyó de gran capacidad oratoria.

Vivió la época de oro del tango. Se recordaba como un muchacho fascinado por la calle Corrientes a la que recorría desde Callao hasta el Bajo y donde se chocaba con músicos y artistas inolvidables.
“Corrientes era una gloria…En el centro había locales tanto para bailar como para escuchar tangos”, añoraba.

Era constante su presencia en todos los actos culturales realizados en nuestro distrito. También, su casi ineludible discurso. Hablar públicamente le gustaba, sus alocuciones eran estupendas y, a veces, algo extensas. Se reía cuando se lo chicaneaba: “Heredia, largue la guitarra…”.
Discursos vehementes, siempre exhortando a la comprensión, tolerancia y pluralidad.

En 1963, se casó con Encarnación Lila Giménez, cuya familia era la dueña de la panadería “San Carlos”, ubicada en Villa Mathieu. El matrimonio tuvo dos hijas, María Cristina e Isabel Norma.

Fue intendente y secretario comunal, presidente del Concejo Deliberante y concejal. Muchas veces, este cronista lo vio, con las monedas en la mano, esperando el colectivo. Había nacido el 8 de agosto de 1916.