Belgrano, casi Álzaga… ¿Ubica la esquina? 
Le contamos una historia: corre 1951 y un grupo de muchachos liderado por Alejo Torrez alambró tres lotes sobre la calle Belgrano. Es el 3 de marzo y en ese terreno pelado (apenas si tiene una casilla precaria) nace el Club Social y Deportivo “El Libertador”. Sobre ese piso de tierra se juega a la pelota… ¿y a qué otra cosa se podía jugar en ese tiempo si no era a la pelota?

La muchachada agotaba su tiempo en el trabajo, en la barra de la esquina, en el futbol y en seducir a la vecinita de enfrente. En el campito alambrado se organizan furibundos encuentros deportivos contra equipos del Barrio Chino, Villa Alianza o Villa Mathieu que se dirimían tanto en goles como en ojos en compota.

De a poco, el espacio se fue civilizando y a la entidad se fueron arrimando las familias. Como no existían los RRPP ni se había inventado el colesterol, el acercamiento lo fue provocando el humo del asado ¿¡Quién en su sano juicio se iba a resistir en un domingo de sol, a un vacío tirado en la parrilla y compartido entre vecinos!?.

Después, el piso de tierra fue cubierto por baldosas y se iniciaron los bailes de carnaval. La pista era iluminada con bombitas de colores y colgaban de ‘un cordel banderas de papel verdes, rojas y amarillas’ (gracias, Nano).

Ya el alambrado había sido reemplazado por una pared que fue ganando altura en la misma medida en que los vecinos inmediatos aumentaban sus quejas por el bochinche social y deportivo. Con el tiempo, se levantó un salón que se fue ampliando y se sumaron disciplinas: bochas, básquet, box, etc. La divisa del club (celeste y blanca) se lucía tanto en el club como en otros pagos; incluso, de la mano de Paolo Udima se compitió en Uruguay. También se realizaron veladas boxísticas con la presencia de púgiles como el Torito Salvarezza o Nayen.

Mingo Rojas, vecino del pasaje Galván, fue habitué del club desde su fundación; incluso ejerció el cargo de presidente a lo largo de varios años. Alguna vez, nos manifestó que, al igual de lo sucedido en otros clubes de barrio, las décadas del ’50 y del ’60 fueron las de mayor esplendor. Se organizaban, además de milongas con grabaciones o con la presencia de orquestas, obras de teatro, concursos de cantantes, kermesses y demás actividades con el objetivo de engrandecer la entidad.

También, se organizaban campeonatos de baby donde el equipo de la casa se anotaba con el nombre de Talleres Álzaga o de Vale Conca, para que los rivales no imaginaran acomodos (ejem). De a poco, se fueron construyendo distintas instalaciones.

Cada 25 de mayo se convirtió en una cita de honor reunirse para compartir un asado flor. Sin duda, a lo largo de su trayectoria, el club fue afectado por tiempos en que costó mantenerlo y, al igual de lo que cuenta la película Luna de Avellaneda, se pensó en venderlo en pro de emprendimientos privados. Sin embargo, tal vez recordando a aquellos muchachos que a principios de los ’50 alambraron los terrenos, “El Libertador” siguió su marcha.

Hoy, la querida institución de Belgrano y Álzaga cumple su 71° aniversario.