Francisco Tejada, el muy querido bicicletero de Esteban Merlo y Hornos, alguna vez nos contó  lo siguiente:

“En los años 50′, en la esquina de Moreno y 3 de Febrero (en la ochava donde hoy está Casa Sara) había una carbonería. Después la demolieron y quedó un terreno bastante grande. Unas personas lo cercaron con una especie de empalizada que fue construida con cortezas de álamo clavadas en la tierra. Para que esta estructura quedara más fuerte, le clavaron en el medio, horizontalmente, unos listones de madera que rodeaban todo el cerco.

“En este terreno, al que bautizaron “La Petit Florida”, montaron un escenario precario por donde pasaron artistas de la talla de Antonio Tormo, Carlitos Ginés, el dúo de armónicas Lai – Morán… También actuaba un payaso – Chicho – que siempre estaba pintado. Trabajaba permanentemente en el lugar, pero jamás lo pudimos ver sin maquillaje. Nosotros decíamos que ocultaba un pasado tenebroso… Los sábados a la noche, ponían mesas y sillas de hierro, servían bebidas y también, se bailaba. Los pibes de aquel entonces, tratábamos de ver los espectáculos a través de las rendijas del cerco, pero cuando había mucha gente nos tapaba la visual; entonces, nos subíamos al listón transversal y apoyábamos los brazos sobre la parte más alta de la empalizada para mirar con comodidad. Una noche, éramos tantos los que estábamos subidos que el cerco se venció y cayó hacia adentro…bueno, caímos sobre la gente que estaba sentada a las mesas, se vinieron abajo las botellas de cerveza y los vasos; muchos de los bailarines, que no entendían que pasaba, salieron corriendo para cualquier parte. Por supuesto, nosotros también. Con el tiempo, el dueño del lugar nos agarró y de castigo nos hizo limpiar las mesas antes de cada velada pero, también, nos dejaba permanecer en un rincón para mirar a los artistas con tranquilidad.

LA NOCHE QUE LA FERIA SE VINO ABAJO

“En la calle Moreno, entre San Martin y Magdalena, se instalaba, semanalmente, la feria. Los feriantes, en ese tiempo, armaban los puestos con estructuras de hierro que quedaban enganchadas unas a otras. Lo hacían la noche anterior para poder trabajar al día siguiente. Nosotros acostumbrábamos colgarnos de uno de los parantes, el que sostenía el toldo de lona, para poder hamacarnos. Una noche, nos colgamos tantos a la vez, que ese puesto se vino abajo; pero, al estar enganchado con los demás…desde San Martín hasta Magdalena no quedó uno en pie”.

LOS CULPABLES

“Esa barra de pibes la formábamos, entre otros, el Cholo Busambra, Ramón Rodríguez, el gordo Hugo, los hermanos Morja, el negro Mengetti, Godoy, Amado y Omar el Bacha…”