Eran dieciséis y estaban rodeadas de espléndidos jardines. Poblaron la imaginación de quienes las conocimos de pantalones cortos.

Fueron construidas en la década del 40 y demolidas por la ampliación de la avenida, en 1994.

Las creíamos habitadas por la Bella Durmiente pero fueron vivienda de los jardineros que tenían a su cargo cuidar el corredor parquizado con los cientos y cientos de árboles que bordeaban la avenida, también derribados en 1994.

Esos cuidadores “se ocupaban de regar y cortar el césped, de plantar y limpiar el sector a su cargo todos los días de semana, entre las 6:00 y 14:30. De esta forma la Dirección de Paseos se aseguraba que cada jardinero se ocupase de seis de las 98 hectáreas parquizadas que comprendían toda la Avenida General Paz”, detalla la historiadora Valeria Gruschetsky.

Las casitas eran de estilo alpino, con dos ambientes, estructura de ladrillos y madera y techos de tejas.
Se extendían, cada kilómetro y medio, desde Avenida del Libertador hasta casi el Puente de la Noria.

Los fines de semana, sus alrededores se llenaban de familias tomando mate, de chicos jugando hasta agotarse. Fueron escenario espléndido para fotografiar quinceañeras y recién casados y, además, testigos de romances, punto de encuentro de primeras citas.

Se coincide en que desaparecieron sin que alguien lo reparara. “Un día nos dimos cuenta de que ya no estaban”, señala una vecina, Susana Boragno, historiadora, vecina de General Paz y Santo Tomé.

Lo cierto es que pasaron a ser recuerdo; eso sí, un hermoso recuerdo.