SE TE EXTRAÑA, ROBERTO LUIS IÑIGO CARRERA
By Caseros y su Gente

SE TE EXTRAÑA, ROBERTO LUIS IÑIGO CARRERA

El martes 3 de agosto se cumplió un año de su fallecimiento. Solía caminar por la calle Urquiza, con sombrero, barba imponente, pantalón de campo y a veces, alpargatas. Fue un muy querido historiador de nuestro barrio y, también, un personaje pintoresco, afable, disparador de sonrisas.

Se había recibido como profesor de Historia en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Entre otras instituciones, dictó clases en: Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Universidad de Morón, Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Universidad El Salvador, Instituto de Profesorado Sagrado Corazón (Hurlingham), Dirección Nacional de Educación del Adulto, Escuelas N° 5 y 2, de Tres de Febrero y, especialmente, él recordaba que «trabajé con mucho gusto en la Escuela Media N° 8, de la calle Lisandro de la Torre, entre Valentín Gómez y Urquiza». 

Más allá de su CV, daba placer encontrarse con él y, café mediante, escucharlo narrar episodios (oficiales y de los otros) de historia argentina e, incluso, de latitudes foráneas.

A sus conocimientos enciclopédicos le sumaba contextos, que eran hijos de su propia deducción. A todo esto le agregaba su cautivante locuacidad, probablemente generada por su experiencia docente y, también, su cálida afabilidad, hija de su propia naturaleza.

Para mí, fue una gran satisfacción (y orgullo) tenerlo como columnista cuando conduje el programa radial “Hola Caseros”. Sus relatos fueron fascinantes; recuerdo en especial uno sobre los malones donde todavía me parecen escuchar los bramidos de los atacantes.

Su infancia y juventud, los transcurrió en Almagro. Llegó a Caseros en 1965; rosista intenso (también, peronista), el Destino quiso que se afincara donde se juntan las calles Sarmiento y Urquiza. Sus últimos tiempos no fueron buenos, culpa de una diabetes que lo tenía a maltraer. Estaba casado, tenía cuatro hijas y dos nietitos que lo colmaban de alegría.

Falleció a sus 77años. Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, cuando pasamos por la puerta de su casa, inmediatamente lo recordamos e, inevitablemente, vaya a saberse porqué, su recuerdo nos genera una sonrisa.

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