Fue el domingo pasado. Al crack le tiraron el centro de que en Caseros se hace la fugazzeta más sabrosa del condado y, expectante, se paró en el área chica de la pizzería Santa Lucía, la de av. San Martín, casi esq. Moreno. El barbijo engañó su figura ante los defensores que lo antecedían.

En cuanto el wing mandó el pelotazo, El Titán se zambulló de cabeza y pidió dos napolitanas, una con fainá y se hizo envolver dos de ricota “para después”, dijo.

Pletórico de muzza, vociferó y cuando se retiraba, descubrió la presencia de Daniel Bengolea, la estrella del local (se rumorea que lo pidió el PSG) y el centrofobal no dejó pasar la oportunidad: le pidió una selfie y un autógrafo; también le pidió el chaleco pero el Messi de los mozos se negó argumentando que le quedaba medio partido por delante.
Martín Palermo se resignó, saludó a la hinchada y partió con destino desconocido.