Las fotografías que encabezan esta crónica, nos impiden mentir.

Mientras que en la capital porteña se ufanaban  de promocionar a un dictador , acá, en Caseros,  hacíamos fuerza por casar al Ruiseñor de la Pantalla, José Mojica, con la bella Conchita Montenegro . Y lo logramos en todas las funciones.

Mientras en la Capital, el cartel publicitario recorría calles pavimentadas, por estas latitudes, nuestro  afiche sorteaba zanjones, calles de barro, baldíos, sapos  y porque no también alguna bicha que debía estar dando vuelta por estos andurriales. Promoción tipo turismo aventura, le decían.

En la Capital mucho alardeaban de pitucos pero  debían apelar a un triciclo estrafalario (hasta se los debió de haber creado don Justo Méndez, el dueño de El Diablo Rojo) porque para otra cosa no les daba el cuero. Por este condado, en cambio, se utilizaba un impactante Ford T que más hubiera querido un vecino de la hoy denominada CABA.

Debió transpirar el ñato que pedaleaba en la geografía porteña mientras que los dandys del Ford T, lucían sombrero, traje y corbata como si fueran a milonguear en el club República.

Mientras que el cine Mundial de la paqueta calle Corrientes 959 fanfarroneaba con que tenía  refrigeración (lo dice el cartel), nuestro Paramount utilizaba ambientación natural con su techo corredizo que permitía ver tanto la película como las estrellas y la luna del cielo caserino.

Mientras que en la Capital se proyectaba la película desde el mediodía hasta pasada la medianoche, acá la gente trabajaba ¡sí, señor! para sacar el país adelante y las películas se proyectaban en horas más decentes.  Y eso que eran tres películas, más número vivo ¡qué tal, eh!.

Por cuestiones como las mencionadas, es que el cine Mundial desapareció del mapa mientras que el Paramount caserino continúa vivito y coleando.

Y por cuestiones como las mencionadas es que tanto nos envidian quienes residen en parajes como Recoleta o Barrio Parque… ¡Sí, señor!.

NdeR: ¡qué peliculón la de Chaplín!.