Allá por 1931, con sólo trece años, el pibe de San Antonio de Areco debió apechugar la situación. Y la cosa no era grata. Su padre cayó enfermo y el quedó al frente de la pequeña empresa de pompas fúnebres.
Fue así que los pagos arequeños lo veían en los ranchos para “vestir” a los finados – muchos de ellos diezmados por la tuberculosis – que ni sus propios deudos se atrevían a tocar. En algunos casos, eran taperas tan humildes que tenía que andar cortando las velas para que no ardieran los bajos techos de paja.
Casi 60 años más tarde, de impecable ambo marrón y corbata al tono, Doralio Romeo Marisi – aquel pibe de Areco – nos atendió en su oficina de la calle Rodríguez Peña, en Capital. Nos dijo:
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“Yo conocí a Don Segundo Sombra que en realidad se llamaba Segundo Ramírez. Lo traté mucho porque además de atender el servicio fúnebre, nosotros teníamos coches de alquiler. Con el auge del libro, mucha gente llegaba hasta Areco, incluso desde el extranjero, con el afán de conocerlo,. Entonces, nosotros llevábamos a los turistas hasta su rancho que estaba a unas cinco leguas del pueblo en un puesto que se llamaba “La Lechuza”, en un campo perteneciente a los Guiraldes. El decía: ´¡Sí! todos me vienen a ver pero el pobre gaucho no tiene ni para yerba´… Era un hombre muy humilde y daba gusto quedarse a charlar, horas y horas con él, porque sacaba a relucir dichos, cuentos, cosas del campo y todas sus andanzas de hombre muy a caballo, muy criollo y muy guapo. Tocaba la guitarra, bailaba… era de presencia imponente, morochón, tenía una gran verruga en el lado derecho de la cara; usaba el chambergo siempre para atrás. Una de sus características era su empeine muy alto; tenía que hacerles un tajo a las alpargatas. Entre los gauchos que figuran en el libro también está don Pedro Brandán, quien fue padre de un excelente cantante de tangos: Oscar Alonso, ya fallecido. Oscar fue mi concuñado y su nombre verdadero también era Pedro Brandán”.
DE ARECO A CASEROS
Pasó el tiempo y, tras catorce meses de colimba, Doralio decidió recorrer su propio camino. Pidió ser representante de las cocinas Volcán y le dieron a elegir varias zonas.
“Elegí Caseros porque aquí vivía mi amigo, el “Bocha” Peloso – gran bailarín de tangos- y porque la calle Mitre, en aquella época, era la ruta obligada hasta San Antonio. Era el año ’40 y Caseros era un lugar casi inhóspito, de gente muy conservadora, de cuidar mucho el pesito; de juntar leña en la estación para cocinar ¡Y yo intentaba vender cocinas a kerosene!”.
A pesar de todo, Doralio se instaló en la calle 3 de Febrero, entre Mitre y Esteban Merlo. “Enfrente, estaba la carnicería “La Negra” que atendía Domingo Tamanini, un muchacho tan querido coma bocasucia. Su negocio era, siempre, un hormiguero de gente. Él me contaba que sus clientes le decían: “Pero mire, Mingo… ese muchacho de enfrente que se está instalando… dígale que no va a tener suerte en Caseros con las cocinas a kerosene…”. Las clientas de Mingo no fueron muy visionarias.
Para empezar, Doralio consiguió una lista de vecinos que hubieran comprado algún artefacto Volcán. “Eran muy pocos y los fui a visitar ofreciendo el servicio de reparaciones. Me encontré con aparatos de línea muy antigua; algunos eran a nafta y no sabía cómo repararlos. Yo decía que había que llevarlos al “laboratorio”, en la “central”; pero los dejaba en el fondo de mi local y me iba disparando a preguntar cómo se arreglaban. Tenía un cartel que anunciaba: “Servicio de Reparaciones y Entrega a Domicilio de Kerosene”.
Para aquellos tiempos, Marisi vivía solo y tenía que lavarse la ropa, cocinar, hacer las reparaciones, atender el negocio y entregar el kerosene.
“Entonces, traje a un primo de Areco – Américo Di Ciaccio – a quien puse como socio. Él empezó entregando el kerosene en colectivo hasta que pudimos comprar un triciclo; ese día fue una fiesta”.
A pesar de la inauguración de su flota vehicular, a los muchachos de los pagos de Don Segundo Sombra les resultaba difícil vender las cocinas pues las vecinas argumentaban que la comida tomaba gusto a kerosene.
“Para derrumbar ese mito, yo alquilaba un espacio en el mercado de la calle Urquiza, entre 3 de Febrero y Andrés Ferreyra o en la feria de la calle David Magdalena. Llevaba una cocina y me ponía a hacer bifes a la plancha delante de las amas de casa… los cortaba en trocitos, les ponía un pan y los daba para que los probaran. Con el tiempo, ya alquilaba el cine Paramount y organizaba festivales para promocionar los artefactos. Venían ecónomas de la capital y presentábamos números artísticos de primer nivel. Me dieron la representación desde Sáenz Peña hasta San Miguel y llegué a tener 32 subagencias”.
Doralio ya se había casado con su novia de Areco – Delia Casas – y en ese domicilio de la calle 3 de Febrero nació su hijo Carlos Alberto (“Tito”).
“A mi esposa, la atendió en el parto la señora de Bard, quien fue una partera muy conocida que vivía en la avenida San Martín”.
En la casa de al lado de Doralio vivía Alfredo Longo con su familia.
“En el fondo, ni siquiera había división entre nuestros terrenos, Alfredo se dedicaba a armar escobas. Era una persona muy honesta, recta, bonachona. Con él, y con el vasco Emiliano Salazar – un ser humano excepcional – habíamos formado una gran amistad; íbamos a pescar, a bailar… hasta nos disfrazábamos para los carnavales”.
Provisiones Marisi
Para el año ’49, Doralio compró un boliche existente en la esquina de 3 de Febrero y Uruguay (actual La Merced). “Se llamaba “Parece Mentira” y era un lugar conocido por su mala fama. Por esa esquina las mujeres no podían pasar. Cuando lo cerré, escribieron las paredes amenazándome”. Allí, Doralio instaló una rotisería que “hizo furor” en aquellos tiempos: “Provisiones Marisi“.
“Para atenderla, traje a dos amigos entrañables de Areco : el Negro Dadario y Goyo Yaco Mantoni”.
A fuerza de trabajo e imaginación, Doralio le daba vuelo a sus ganas de progresar. Por intermedio de su cuñado Oscar Alonso se relaciona con Julio Sosa, con quien entabla una gran amistad.
“Cuando hicimos el festejo por la Autonomía en la Plaza Pineral, lo invité a Julio para que cantara, pero esa noche ya estaba contratado en otro lugar. Entonces se vino desde Banfield en su Siambretta, subió al escenario, pidió disculpas al público y se fue para el centro a trabajar. Julio era un tipo sensacional, muy bromista. En una oportunidad lo fui a escuchar a la Richmond. Como llegué un poco tarde, él ya estaba cantando. Cuando me ve grita: ‘¡Pare la orquesta! Y le dice al público: “Fíjense en ese tipo que entra ahí, viene desde Caseros, no para escucharme cantar sino a cobrarme la mísera cuota de un televisor´. Yo no sabía adónde esconderme de tan colorado que estaba”.
Enmarcada, sobre una repisa, Marisi guardaba una carta, de puño y letra del “Varón del Tango” que dice lo siguiente: “Sr. Dorito Marisi: cansado de esperar en vano que te dignes visitar al amigo y escucharlo cantar y de ese modo ahorrarme el viaje hasta ese lejano país de Caseros donde vives y amasas tu fabulosa fortuna, te envío una cuota del televisor. Te diré que al mismo se le soltó el control de la sintonía y la lucecita del canal 7 no enciende. Esto último ocurrió apenas lo mandaste pero como no era importante no quise molestarte; pero ahora que la sintonía no anda te ruego que me mandes a alguien o me indiques que debo hacer. Dale saludos a tu pibe y a tu socio y presentales mis respetos a tu esposa. Ah… y no te olvides del vino. Hasta siempre, Dorito, y recibe un fuerte abrazo de tu amigo. Julio Sosa”.
GALERÍA MARISI
El 21 de Octubre de 1954, y en la misma esquina donde estaba instalada la rotisería, se inauguró con quince locales la “Galería Marisi”.
“Para esa época, yo vivía en la calle Giles (actual Sabattini) y para edificar la galería, empeñé hasta lo último que tenía”. El día de la inauguración, se realizó un festival artístico y se juntaron cerca de 10.000 personas.
FAMILIA GESA
Al tiempo, Marisi se convirtió en representante de la “Familia Gesa”, aquel grupo de actores muy conocidos por los años ’60. Además de su labor comercial, también fue un entusiasta apoyo para las instituciones que alentaron el desarrollo caserino. Colaboró en la Comisión Ejecutiva Pro-Autonomía Municipal, integró la Cooperadora Policial, y fue vicepresidente del Banco Cooperativo durante diecisiete años (1953-1970). Además fue fundador de la Cámara de Artículos para el Hogar.
PRESIDENTE DEL JOTA JOTA
También fue presidente del Jota Jota durante cuatro años, entre 1964 y 1968. “Resulta que había un conflicto interno en el club Urquiza. Los integrantes de una de las partes, se reunían en un local de venta de leña y carbón – al que llamaban “La Jabonería de Vieytes” – que estaba ubicado en la avenida San Martín, cerca de los Regueiro. Allí forman una lista donde me proponen como presidente, pero sin siquiera haberme consultado. Cuando me lo dijeron, me niego absolutamente porque tenía infinidad de compromisos. Pero no me dieron ni cinco de bolilla y siguieron adelante. Era imposible convencerlos de mi negativa. En la semana de la elección fui al estudio del escribano Gatti a explicarle la situación. Él me asesoró para que redactara la renuncia al cargo de candidato y, personalmente, la presenté en la secretaría del club. La persona que la recibió la hizo desaparecer. El domingo, en el cual se realizó la asamblea para elegir presidente, yo no quise quedarme en Caseros. Tempranito, nos fuimos con mi hijo a ver Boca-River. Y nos quedamos hasta muy tarde, haciendo tiempo. Cuando volvimos, a eso de las nueve, nos topamos en la avenida San Martín con un cartel grande de género que decía: MARISI PRESIDENTE. Bueno, ante el hecho consumado no me pude negar. El Jota Jota me dio muchos, pero muchos dolores de cabeza, pero también las más grandes satisfacciones de mi vida”.
CASEROS
De aquel pibe de Areco que se pasaba horas y horas charlando con don Segundo Sombra, pasando por el joven que admiraba a Oscar Alonso y Julio Sosa, hasta este hombre que gusta evocar sus momentos vividos han transcurrido muchos años. Un capítulo grande de su vida transcurrió en Caseros. “¡Cómo no voy a querer a Caseros!… allí formé mi hogar, allí vive y trabaja mi hijo Tito y allí están mis dos grandes amores, además de mi familia: el Banco Cooperativo y el Jota-Jota”.
Doralio Marisi falleció el 28 de diciembre de 1995 (hoy se cumple el 26 aniversario), a sus 76 años.