Cuentan que fue en la Nochebuena  de 1951 cuando apareció en un bar, buscando refugio ante la fuerte tormenta.

Eligió tumbarse entre las piernas de Fernando Ortiz, cantante de boleros, quien circunstancialmente estaba en Resistencia (Chaco); el artista lo llevó de mascota a sus programados recitales.

Alguien le puso de nombre Fernando y se hizo conocido entre los lugareños por frecuentar bares y conciertos a los que concurrían músicos, artistas y políticos de la capital chaqueña. De a poco, se transformó en un personaje muy querido de la ciudad.  A todos les gustaba compartir un rato con él.

Su rutina consistía en:

Dormir en la recepción del Hotel Colón.

Desayunar café con leche y medialunas en el despacho del gerente del Banco Nación.

Visitar la peluquería ubicada junto al Bar Japonés.

Almorzar en el restaurante El Madrileño o en el Sorocabana.

Tomar una siesta en la casa del doctor Reggiardo.

Perseguir gatos en la plaza principal.

Cenar en el Bar La Estrella.

FERNANDO, CRÍTICO MUSICAL

Sentía especial atracción  por la música y no faltó quienes aseguraron que tenía oído crítico al respecto. Asistía a conciertos, fiestas públicas o privadas y  festivales donde se le reservaba un lugar de privilegio.

Solía sentarse junto a la orquesta o los solistas y meneaba su cola en señal de aprobación. Pero si alguien equivocaba una nota o desafinaba, empezaba a gruñir o a aullar y se retiraba con aire ofendido.

Se dice que “muchas veces la crítica del espectáculo al día siguiente, dependía de las reacciones que había tenido el perro. Incluso desaprobó a un importante pianista polaco que ofreció un recital en la principal sala de la ciudad. Fernando gruñó en un par de oportunidades, lo que motivó que, hacia el final del espectáculo, el músico se levantara de su silla y admitiera: “Tiene razón. Me equivoqué dos veces”.

Fernando extendió su fama y los turistas buscaban fotografiarse junto a él o simplemente conocerlo.

Medios nacionales como Clarín, Crónica y La Nación  y extranjeros como el New York Times y la BBC de Londres publicaron su historia.

El 28 de mayo de 1963 apareció atropellado por un auto en la plaza frente a la Casa de Gobierno.

La noticia entristeció a todos; hubo negocios que cerraron sus puertas ese día en señal de luto.

Se cuenta que su entierro fue el más concurrido en la historia de Resistencia.

Sus restos fueron enterrados en la vereda de El fogón de los Arrieros, un museo de la ciudad.

En una placa se lee: «A Fernando, un perrito blanco que, errando por las calles de la ciudad, despertó en infinidad de corazones un hermoso sentimiento».

Se realizaron muchos homenajes en su memoria por parte de músicos y poetas; entre ellos, la canción Callejero que popularizó Alberto Cortez. También, dos esculturas: una sobre su tumba y otra, frente a la Casa de Gobierno provincial.