Nacido en Udine (Italia) hace 77 años, el sacerdote desarrolló una prolífica labor pastoral, humanística y social.

Desde hace casi cuatro décadas es párroco de Nstra. Sra. de Castelmonte, fundó el Centro Educativo Profesional N° 402, creó la capilla Santa Rosa de Lima (Altos de Podestá), impulsó la creación de los grupos scouts Castelmonte y Santa Rosa de Lima. Fue, además, director catequístico en el Instituto Superior de Formación Docente Sagrado Corazón de San Martín.

Su Friuli natal es donde descubrió su vocación religiosa. Su abuela paterna, reconoce, fue quien marcó su norte espiritual.

“Ella, a mí y a mis primos, nos hacía rezar el Rosario y siempre nos hablaba de Dios”, contó en una entrevista.

Era aún pequeño cuando quedó internado unos pocos días en un hospital para una intervención menor.

“Como yo no tenía que quedarme en cama, caminaba por el hospital y ayudaba en lo que podía a las enfermeras, a las religiosas que trabajaban allí, a los pacientes… así fue que surgió en mí, esta idea de poder ayudar a la gente”, detalló.

Tras más de una década de estudios en un Seminario – institución a la que ingresó con apenas once años –  se ordenó como sacerdote en 1968. Su deber pastoral lo llevó a trabajar en Bélgica, Argelia, Francia, España, Guinea… experiencias que reforzaron su derrotero solidario.

Fue en el verano de 1985 cuando junto a su madre y un par de valijas pisó Ezeiza y el país que lo atrapó para siempre.

Y fue este Tres de Febrero testigo de su accionar en favor de los más humildes.

Recuerda haber celebrado su primera misa, al aire libre, en un terreno pelado, bajo unos pinos, ante veinte personas, en el barrio Altos de Podestá (allí, más adelante, creó la capilla Santa Rosa).

Superó día a día, momento a momento, cada obstáculo que se le presentó.

¿Qué hubiese hecho Cristo ante este problema? ¿Cómo lo hubiese resuelto?, se preguntaba para enfrentar los problemas.

“Muchas veces, como todos, uno pasa por muchas crisis. Pero hay una frase de San Pablo que me alienta a enfrentarlas: ‘No soy yo el que vive, sino Cristo que vive en mí’… Entonces, si Él está en mí, me tiene que ayudar a superar cada problema que se me presenta”, confió el padre Claudio. Y abundó: “Esta frase me guía, me da tranquilidad, me hace sentir que no voy hacia la nada, hacia la incertidumbre”.

La magnífica obra concretada por el sacerdote (merece conocerse en profundidad) señala que aquel niño del Friuli eligió para su vida el camino acertado. Y que fue también acertado el destino elegido para concretar esa elección.

Al respecto, cuando en el Concejo Deliberante, el pasado 11 de marzo, aprobó por unanimidad la distinción que lo nombra Ciudadano Ilustre, el religioso confirmó: “Soy italiano. Pero me siento de Tres de Febrero. Me siento argentino”.