En cierta oportunidad, el actor – quien protagonizaba una telenovela de absoluto éxito – nos dijo sobre su vida en Caseros, su tiempo en el instituto La Merced, la pinta, la fama y sus comienzos en el mundo artístico:
PADRES. Yo viví en diagonal Bouchard y Viamonte, en Villa Parque. Mi vieja – Jacinta Pennella, le dicen Chiquita- sigue viviendo allí. Mi viejo, Héctor Mazzei, falleció en el `92. A él le gustaba cantar tangos y hasta llegó a grabar un disco pero, cuando tuvo que salir de gira, mi vieja le dijo : “Elegí, la música o yo” y ganó Chiquita. Yo siempre fui más compinche de mi mamá. Mi viejo era más exigente pero era un fenómeno, un buen tipo, un gran ser humano. Uno, a veces, de pibe, no entiende a los padres, pero a medida que pasa el tiempo es como que se da cuenta de todo lo que le dieron. Yo salí derecho, lo digo con orgullo, por mi viejo. Porque mi viejo fue exigente conmigo. Se podrá decir que soy torpe, hábil, trabajador, vago, buen actor, un tronco como actor , lo que sea… pero lo que no podés decir es que no sea derecho. Y eso lo aprendí de él.
LA MERCED. Allí hice la primaria y la secundaria. En la primaria, desde mi casa hasta la escuela, viajaba en el micro escolar que manejaba Cafferata. Me acuerdo de la Raffo, profesora de Historia, de Tedesco que nos daba música, de Cingolani , del padre Eduardo, que nos enseñaba Teología… Mis compañeros eran Gustavo Iuliani, quien es mi amigo desde primer grado; Gabriel Spaghetti ; Omar Píccoli, que jugó al fútbol en River y en Japón; Matallán, que medía como dos metros … Con los pibes, íbamos a jugar a la pelota al campito de los curas (Bonifacini y Murias) y al club 9 de Julio, contra los de 5° comercio. Yo aprendí a atajar porque siempre me mandaban al arco. Claro, jugaba Píccoli que era un fenómeno, Iuliani también era habilidoso; los otros, también jugaban bien… entonces, para no hacer papelones, me decían : «Fabián, andá al arco». En mi grado, éramos todos varones ; a la hora que salían las chicas, íbamos todos a esperarlas al quiosquito de Lenque – he hacíamos un desastre – que estaba enfrente del colegio. Mi primera novia fue de La Merced. A los pibes, nos gustaba ir a caminar por avenida San Martín y parábamos en la heladería Verona. La verdad, una de las mejores épocas de mi vida fue la del colegio.
GARMENDIA. Para poder interpretar a Garmendia me preparé durante tres meses con Sergio Víctor Palma, ex campeón mundial; después del entrenamiento, íbamos juntos a almorzar y él me contaba historias de boxeadores. También vi muchas películas sobre boxeo. Es una vida muy dura la de los boxeadores, muy sacrificada… son muy pocos los que llegan. Es tan palpable el hambre de triunfar que tienen los boxeadores que se matan entrenando… Uno entra a la Federación de Box y ni te registran porque están muy metidos en su trabajo… para algunos, la esperanza de triunfos es la única forma que tienen de ser alguien en la vida. Falsear, actuar una pelea es difícil porque hay que medir la distancia y hay que confiar mucho en quien interpreta al contrincante. Cuando sale la trompada uno tiene que saber si va a pegar o no… Ese cuidado se tiene en la cara pero en la parte de abajo… olvídate… cada uno da y hay cruces fuertes… y más si hay un plano abierto. Te dicen: « A ver, un poquito de pelea…» y si te comés un amague sabes que el otro te pega. En la pelea con Guevara, Laport (Osvaldo) me asestó un flor de roscazo.
A veces, estoy tan acelerado después de las grabaciones, que me cuesta abstraerme de Garmendia y, sin darme cuenta, se me va la boca de costado, arrastro las sílabas o me paso la lengua por el bigote… cuando me doy cuenta, me quiero morir…
COMIENZOS. La actuación siempre me gustó; en el colegio La Merced, me prendía en todos los actos. Cuando finalicé la secundaria, di una prueba con Agustín Alezzo y estuve estudiando cinco años con él. Después, empecé a hacer teatro independiente… la única vez que hice teatro comercial fue cuando me llamó Alezzo para hacer Delirante Leticia, con China Zorrilla , Maurice Jouvet y Nelly Prono.
Durante largo tiempo, para mantenerme vendí bolsitas de residuos, de harina, manejé un taxi… hubo una época en que la pase muy duro. Después, empecé a ver la punta a través de la publicidad.
ACTOR. Por naturaleza, soy tímido. La actuación le da a uno la fantasía de hacer cosas que no haría en la vida real… aunque cuando compongo un personaje siento que también tiene pedacitos de mí… ya sea cuando hago de maestro que viene del interior (Amigovios) , un sifonero grasa (Como pan caliente) o un boxeador… Para mí, hacer teatro es un placer… hasta hace poco tiempo, hice un espectáculo, en una sala de 110 personas; juro que no ganaba una moneda, lo hacía de puro gusto. Poder vivir del teatro es difícil. Yo conozco gente que es talentosísima y no la pasa bien económicamente porque el teatro no te da para vivir… en esta época, tenés que hacer televisión, sí o sí.
PINTA. Te ayuda para trabajar en la tele… pero la pinta es momentánea; uno tiene que sostener eso con algo más; si no desaparece. Se puede hacer una lista larga de actores fueron muy lindos y ahora… ¿Dónde están?.
FAMA. Fue muy fuerte lo de tener tanta popularidad de golpe. A pesar de que estoy hace varios años en la actuación – el trabajo mío siempre fue un laburo de hormiga – lo que se dio en Campeones fue tan fuerte que no me lo bancaba porque, como le dije una vez a Laport, me llegó muy de golpe. Me sentí invadido, agobiado. Me llamaban tanto por teléfono que llegué a desconectarlo. Por suerte, Laport, que es un buen tipo, buen compañero, me tiró muy buena onda aconsejándome. Mi cable a tierra fueron mis amigos que se acercaron y me dijeron: ‘Vení, Fabián, tomemos un café … vamos a charlar’. También, me ayudó refugiarme en la soledad de mi departamento, leer, escuchar música, pensar… yo soy único hijo y en ese sentido tengo algo de solitario… me gusta tener mis momentos sin que me invadan. Creo que lo más jorobado de la fama es creértela… si te la creés, sonaste. El tema está en uno. Porque hoy sos Maradona y mañana sos nada… todavía más en un medio donde se confunde la popularidad con el talento. Por eso, el tema de la fama lo tomo con pinzas, a pesar de que no niego todas las gratificaciones que trae.
CONTINUIDAD. Es lo más importante para un actor. Ayer, esto mismo me lo decía un actor mayor : «Si te gusta ser actor, lo más importante en esta carrera es que tengas continuidad..». Podrás estar un poco más arriba, un poco más abajo… pero estás haciendo lo que te gusta.
ELEGIR. Hasta ahora, pude dirigir el rumbo de mi carrera. De hecho, tuve la posibilidad de decir que no a algunas propuestas de trabajo. Yo terminé Gasoleros y me quedé seis meses sin trabajo. Me ofrecieron trabajar en Ricos y Famosos y en una tira nueva de canal 13 pero yo sabía que podía salir lo de Campeones y no me quería quemar… de esos seis meses, tres me los banqué bien y el resto no tan bien. Al final, no me salió mal… pero si uno tuviera un hijo al que darle de comer, no se podría hacer mucho el exquisito porque hay poco trabajo. Es decir, hay circunstancias en que uno puede pilotear su carrera pero, ante ciertas obligaciones, debe ser difícil decir que no cuando te dicen : ‘Mirá, hay esto… ¿lo agarrás o no?’. Hasta ahora, me fue bien pero, insisto, no tengo presiones económicas.
Fabián Mazzei – quien tiene 56 años y está casado con Araceli González – pudo superar un grave problema de salud, cuando descubrió un bulto en su boca que fue confirmado como un tumor.
En declaraciones periodísticas, señaló: “Antes que se declare la pandemia, me operaron en el Finochietto…”. Finalmente, el resultado de la biopsia determinó que era un tumor benigno.
En abril de 2020, falleció su madre. El actor compartió en las redes: “¿Quién me va llamar todos los días para saber cómo estoy? Se fue el ser más hermoso que conocí en la vida. Pensar que no voy a escuchar tu voz me mata”. Luego, añadió: “Gracias por todo lo que me enseñaste, por todo el amor incondicional, puro y desinteresado. Por tus consejos y tu risa”.