Fue en la entonces adoquinada calle 3 de Febrero, entre Urquiza y Valentín Gómez, donde hoy se levanta el cine teatro Paramount, en un abril de los años ’30.

Hace más de tres décadas don Herminio Compagnucci – vecino de la calle Suiza al 2800 – nos señaló que fue uno de los impulsores de la presentación del cantor en nuestro barrio y que cuando fueron a contratarlo “Gardel, no sé si en broma o en serio, dijo que no solía frecuentar lugares tan peligrosos como los alrededores de la cárcel de Caseros. Sin embargo, salvado el malentendido, accedió de buen grado”.

CARLITOS EN “LA HONRADEZ”

Don Herminio – quien cuando lo entrevistamos tenía 82 años y nos apuntó que fue el primer cobrador que tuvo SADAIC en el Partido de Gral. San Martín – recordó que, la noche de la velada fue, junto a un vecino, a buscar al morocho del Abasto en una voiturette Studebaker.

“Antes de enfilar para aquí tuvimos que llevarlo hasta el Salón Triunvirato – que estaba ubicado en Juan B. Justo y Corrientes – donde dejó entrar gratis a unos muchachos que querían escucharlo pero que no tenían guita para la entrada. Después de presentarse allí, vinimos para La Honradez”, señaló Herminio.

Aclaremos: por entonces, donde hoy se levanta el cine teatro Paramount, funcionaba la Sociedad de Socorros Mutuos La Honradez, entidad de destacada trayectoria en Caseros cuya capacidad – la noche en que cantó El Zorzal – fue desbordada tanto por familias como barra de muchachos o de señoritas (por supuesto, debidamente acompañadas por sus madres).

Esa noche otoñal, Juanita Fenicia D’Ippoliti de Wembagher – una de las primeras maestras de Caseros – estuvo presente:

“Llegó engominado y simpático como siempre, con esa sonrisa impecable que dejaba ver todos los dientes; tenía la mirada picara y una personalidad arrasante”, nos aseguró, alguna vez, entusiasmada. También recordó que “una amigo le pidió que cantara ‘Acacias’ y él se negó porque decía que al entonarla, se le ponía fea la cara. Pero fue para compadrear, porque después, accedió”.

La querida e inolvidable Juanita vivía en la calle De Tata, entre Murias y Curapaligue. Frente a su casa de tipo señorial (hoy, un edificio), había una casaquinta que cada tanto era alquilada, aseguró, por el consagrado Jacinto Benavente.

En esa velada, Anita Desio tenía veinticinco años y también suspiraba por Gardel. Cuando terminó su presentación, lo tuvo a su lado porque él tuvo un malestar y “mi marido, que trabajaba en la farmacia Moreno (la primera botica de Caseros, luego adquirida por Nicolás Cafarello), que estaba al lado de La Honradez, lo lleva hasta allí y le dio una medicina”. Anita vivía en Sabattini, entre Murias y Curapaligue, corazón del denominado Barrio Chino. Su padre, don Eugenio, fue jefe de la estación Caseros.

PABLO LAGÚSTENA

Esa misma noche, se conoció un episodio que confirmó la mentada generosidad de Gardel. Cuando ya se despedida, se acercó a saludarlo el maestro de música Pablo Lagústena, conocido en el ambiente que frecuentaba El Zorzal. A don Pablo, aquellos años críticos lo tenían a maltraer y sobrevivía gracias a la solidaridad vecinal. Entre saludos, el Morocho del Abasto reparó en sus penurias e “hizo un rollito con los 700 pesos que le correspondieron como paga y lo puso en el bolsillo de Lagústena”.

De este gesto fueron testigos tanto Herminio Compagnucci como Osvaldo Repetto, quien fuera hermano de Rómulo, el director del periódico Nueva Era.

Osvaldo – quien residía en Villa Alianza – era asiduo seguidor de Carlitos. Describió a la estampa del cantor como una “verdadera fotografía” y que estaba siempre “de punta en blanco”. Se vestía, Gardel, con un traje gris a rayas que alternaba con uno azul marino y calzaba “zapatos de charol con taco militar que elevaban su estatura”. En invierno, se abrigaba con un sobretodo gris oscuro, salpicado de diminutas pintitas blancas.

Osvaldo Repetto tenía doble admiración por el Zorzal dado que reconocía tanto su talento artístico como su arrastre entre el género femenino. “Las mujeres se volvían locas con él y al terminar la función se amontonaban en la puerta del teatro ya que tenía la costumbre de bajar del escenario y saludar en el hall. Cuando vino a Caseros, me atreví a preguntarle como hacía para tener tanto éxito entre las mujeres y me contestó: ‘Mirá, pibe, cuanto menos bolilla les dos, más la tenés con vos'”, recordó Osvaldo.

      Osvaldo Repetto, Juanita de Wembagher y Herminio Compagnucci

SU ÚLTIMA GIRA

Poco tiempo después de su visita a nuestro todavía pueblo, Carlos Gardel emprendió lo que sería su última gira. Fue aplaudido en Barcelona, París, Nueva York, Puerto Rico y otras ciudades antes de despegar el 24 de junio de 1935, desde Medellín al rincón celeste reservado para los que cada día cantan mejor.

Caseros, seguramente también sacudido por su trágica muerte, guardaba en sus oídos la melodía arrabalera de aquella noche otoñal en la sede de La Honradez. Poco tiempo después, don Justo Méndez abriría las puertas de su bicicletería El Diablo Rojo (1936),  don José Ottonelli su entrañable pizzería y don Anselmo Carreras, El Rincón Cuyano (1939), hoy popularmente conocido como “el Sheraton de Caseros”. Pero ésta es otra historia.