Para entender a dónde apunta esta crónica, tomemos como ejemplo la plazoleta René Favaloro (av. San Martín y Valentín Gómez).

A fines de los ’80, se colocó una fuente y una serie de maceteros.

Durante la gestión de Hugo Curto, se remodeló, se colocaron   bancos y pérgolas.

En la actual gestión, se decidió poner plantas, renovar la iluminación y los bancos.

Cada una de las reformas generó que el espacio quedara como nuevo.

Lamentablemente, también que, luego de “inauguradas”, las modificaciones cayeran en inevitable decadencia.

Este proceso que tomamos como ejemplo, podríamos extenderlo al cercano Paseo de las Artes (calle Valentín Gómez, entre 3 de Febrero y av. San Martín), a las plazas de Caseros, etcétera.

Otro ejemplo es la plaza Yrigoyen, de Villa Pineral (3 de Febrero y Carlos Tejedor).

  • Se renovó totalmente durante la gestión de Hugo Curto.
  • Se renovó totalmente, hace cinco años, durante la actual gestión municipal.
  • El intendente Diego Valenzuela acaba de anunciar una nueva modificación.

Sin dudas, cada una de las transformaciones, al inaugurarse, provoca un inmediato bienestar. El barrio queda más lindo. Uno pasa por el lugar transformado y se entusiasma.

PERO…

Preguntamos: ¿Por qué cuesta tanto mantener esas mismas obras en buenas condiciones?.

¿Por qué es necesario gastar dinero y más dinero en obras que ya fueron realizadas?… recursos que muy bien podrían utilizarse en otras obras sumamente necesarias.

No desconocemos la existencia de vecinos que parecen aborrecer al barrio por la forma en que vandalizan los espacios públicos. Viene sucediendo desde hace tiempo y tanto la gestión anterior como la actual no pudieron evitar que se perpetraran tales desmanes.

¿Será el tiempo, entonces, de privilegiar la solución a este problema antes de dilapidar dinero en iniciativas que serán ganadas por el abandono?.