Transcurrió su infancia y juventud en su casa de la calle Bonifacini, entre Rauch y Perdiguero. Su casa estaba edificada sobre dos lotes que tenía una glorieta precaria, sostén de una glicina que perfumaba los atardeceres.

ESA GLORIETA

En cierta oportunidad, nos señaló que “en verano, cenábamos bajo esa glorieta y, en algunas noches de calor, también dormíamos ahí. Mi mamá se ocupaba de tener lleno el jardín de adelante… recuerdo un cantero repleto de violetas que rodeaba a un inmenso “laurel de adorno”. En ese entonces, los vecinos iban todos los domingos al cementerio, iban en el colectivo 4 o caminando, y le venía a pedir las flores a mi mamá”.

VIVÍAMOS JUGANDO A LA PELOTA

Sus amigos de entonces eran “Cacho Casella, el Nene Arziotti, mi primo Toto Cittadini, Juancito lmbroglia, Lito San José, Lalo Marelli, Pocholo Benvenutto, Enrique Borgona, Ricardo Martín, el Chico Vanina… vivíamos jugando a la pelota.

Cuando no se podía ir al potrero, jugábamos en Rauch, entre Bonifacini y Fischetti, embromando a los vecinos todo el día”. Se acordaba con una sonrisa de la “lucha contra la barra de Chichín, la de la esquina de Esquiú y Rauch, que venía a afanar las ramas para San Pedro y San Pablo”.

DON FLORO

De su infancia también recordaba “al lechero Floro Razeto; a un señor que vendía puntillas y su canto de pregonar la mercancía, la entonación que le daba a la palabra ‘puntilla’, la recuerdo como identificativa de mi infancia; también al mimbrero que pasaba con el carro repleto de sillas que parecía que se iban a caer… me quedaba absorto mirando el conjunto de todo lo que llevaba, el caballo, y lo que apenas se adivinaba, un par de hombros encorvados…”. 

Su mamá se llamaba Isabel y era todo terreno… “trabajaba en una librería, planchaba, cocinaba… perdí a mi padre cuando tenía cinco años; tuve un hermano mayor que falleció joven… a mis diez años, Pocholo Benvenutto, que era empleado del diariero Berro, me propuso vender diarios. Tuve que convencer a mi madre; también fui mocito de un restaurante en Hurlingham y repartidor de yerba en el centro…”.

EL ALUMNO DE LA 33, EL INCIPIENTE ACTOR

Fue alumno de la desaparecida Escuela 33 (Lisandro Medina y Sabattini) donde, elegido como presidente del centro de estudiantes, promovió distintas actividades; entre ellas, presentaciones teatrales en el club República de Caseros.
“Debuté en uno de esos actos, inducido por un delegado estudiantil – Julio Cretta – que prácticamente me empujó para que actuara y, en verdad, me gustó… vaya si me gustó”. Fue así que descubrió la vocación que lo acompañaría para siempre.

Alentado por la actriz Blanca Lagrotta – quien lo descubrió en una presentación realizada en la Sociedad de Fomento Fray Luis Beltrán (calle Dante, entre Rauch y Perdiguero) – ingresó al Conservatorio Nacional de Arte Dramático, donde se graduó en 1960.

Mientras estudiaba Contabilidad en la Escuela 33, conoció a una compañera que cursaba Cocina – Beatriz Giambertoni – de quien se enamoró y con quien se casó, tras seis años de novios, en la capilla de la calle Bonifacini.

Alto, delgado, simpático, se lanzó a los escenarios porteños protagonizando obras infantiles de la mano del director Roberto Aules.

GLOBULITO, EL GESTOR GURRUCHAGA Y  EL PROGRAMA “LA TUERCA” 

Más adelante, alcanzó la fama, la popularidad masiva, a través de las interpretaciones de dos personajes humorísticos – Globulito y el gestor Gurruchaga – en La Tuerca, programa cómico televisivo de extraordinaria convocatoria en los años ’60.
Julio siempre agradeció este éxito pero, a la vez, confesaba que la enorme repercusión de ambos personajes encasilló casi definitivamente su carrera actoral. Se sorprendía que su rostro anguloso pudiera “parecerle gracioso a alguien” y aclaraba que “la gente que me ha visto en teatro sabe que tengo más posibilidades que las conocidas… del Conservatorio no salen cómicos ni dramáticos, salen actores”.

Además de su trabajo en La Tuerca, Telecómicos, Stress, entre otros programas televisivos de enorme repercusión, desarrolló una vasta carrera en cine y teatro, al lado de figuras como Vicente Rubino, Gogó y Tono Andreu, Rafael Carret, Guido Gorgatti, Carlos Perciavale, Antonio Gasalla, Julio de Grazia, Guillermo Francella, Susana Rinaldi, Alberto Olmedo, Ana María Picchio, Víctor Laplace, Claudia Lapacó, Jorge Porcel, Marcela López Rey, Juan Carlos Calabró

FUNDACIÓN BANCO COOPERATIVO DE CASEROS (FBCC)
En los años ´80, convocado por el doctor Juan Pizzarello – impulsor de la recordada institución – López desempeñó, a lo largo de tres lustros, el cargo de gerente del ente cultural, hasta que la entidad bancaria cesó su accionar. Bajo su gestión, la FBCC desarrolló numerosos proyectos: edición de libros, conferencias, homenajes a personajes de la cultura, presentaciones del Coro Polifónico, etc.

Julio – quien también supo ser directivo de la Asociación de Actores – se refugió, en su última etapa profesional, en el mundo del teatro donde desempeñó, además, el rol de director y dramaturgo. Nunca fue de “quedarse” y buscaba desarrollar sus propios emprendimientos.

En el último reportaje que le hicieron, el periodista le preguntó:
– ¿Tiene la llamita encendida del querer seguir haciendo cosas?.
– ¡Claro! Hoy, estoy bien. Entonces, aprovecho. Mañana no sabemos. Cuando uno tiene cierta edad, no lo sabe. Cada día que amanece, hay que agradecerlo y hacer lo que se pueda ese día, no dejarlo para el siguiente.

Julio López falleció el sábado 4 de agosto de 2012, a sus 78 años. Hacía  tiempo que había enviudado de su primera esposa y había contraído enlace con Alcira Hayes.