Por años, esta esquina se transformó en una laguna durante cada tormenta. Sin exagerar, una laguna. Vecinos inmediatos se lamentan de la puja para que el agua no penetrara en sus domicilios.

Más de un auto quedó atrapado al intentar transitar el cruce en cada lluvia fuerte.

Incluso, y no es broma, hasta no faltó quien surcara la esquina en bote porque la crecida era tan extensa como profundidad.

Los sucesivos “parches” que se fueron realizando ninguna prestación cumplían.

Semanas atrás, se hizo, por fin, un trabajo “a fondo” (foto superior, derecha).

Si bien, desde que finalizó la obra, todavía no hubo alguna tormenta severa para comprobar su efecto; las que sí sucedieron no generaron complicación alguna.

“Antes, con ese caudal de lluvia ya se inundaba otra vez”, recordó un vecino. También confía en que el trabajo realizado sirva también para desagotar las similares inundaciones que se repiten en Iribarren y Mitre.

“Por la pendiente de la calle”, explicó.