Los mayores de nuestro barrio lo recuerdan como “Camilito”, el pibe que ayudaba a su padre – don Camilo – en los quehaceres del “Bar Rivadavia”, el bar que estaba ubicado, frente a la estación, en la esquina de Andrés Ferreyra y Valentín Gómez, en el mismo espacio hoy ocupado por una colorida zapatillería.
Eran los años ’50, ’60, cuando todavía arribaba a la estación el Tren Lechero y el nombre de la actual calle Valentín Gómez era Rivadavia.
Tiempos en que Camilito – el único hijo del españolísimo Camilo Alvarez Portabales y Carmen Taboada – quien junto a sus padres vivía en la calle Murias, entre Sabattini y De Tata, además de lavar copas, limpiar mesas y fregar el piso, en los ratos libres se sentaba en un rincón del bar para entreverarse con libros de Medicina, la carrera que había elegido para su futuro.
Ya había dejado atrás su tiempo de estudios primarios en la escuela 8 (cuando estaba ubicada en Belgrano y 3 de Febrero) y secundarios en el Nacional Sarmiento.
“Era mi amigo, vivía a la vuelta de mi casa”, recuerda el médico infectólogo Armando Coco. Y agrega: “Él estaba un poco más adelantado en la carrera que yo… me asesoraba, me prestaba sus libros y su papá, don Camilo, me dejaba estudiar en un rincón del Bar Rivadavia”.
“Tenía una memoria formidable… era un tipo muy querido y querible”, subraya Armando.
Apenas egresado, el joven Camilo se especializó en anestesiología. A lo largo de su trayectoria se destacó por su dedicación, su entusiasmo y disciplina para abordar todo lo relacionado a su profesión.
A lo largo de su trayectoria, ejerció como jefe del Servicio de Anestesiología (Hospital Haedo) y nombrado Consultor de Anestesiología de la Pvcia. de Bs. As, entre otros cargos. Además, fue médico legista.
Fuera del aspecto laboral, se lo recuerda como un vecino afable, de caminar campechano, coleccionista de frases que repetía perseverante, personalidad accesible y, sobre todo, se reconoce su capacidad para recordar todo lo relacionado con lugares del Caseros de antaño, barrio al que llevó siempre tuvo presente; incluso, tras radicarse en Ciudad Jardín.
Simpatizante de River y militante radical (ejerció el cargo de concejal de nuestro distrito en el período 1983/ 1987); los colores blanco y rojo fueron coincidentes en sus inclinaciones.
Fruto de dos relaciones (con Alicia Rimoldi y, posteriormente, con Adriana Lucas), Camilo tuvo seis hijos: Valeria, Carolina, Javier, Martín, Rocío y Rodrigo.
El chico que lavaba copas en el Bar Rivadavia, el muy reconocido profesional, el querido y querible vecino, falleció el pasado domingo 30 de octubre. Tenía 80 años.
Tras ser velado en la Cochería Martín, el cortejo fúnebre transitó por la esquina donde estuvo apostado el legendario Bar Rivadavia y luego se dirigió al Cementerio de San Martín.
Entre las ofrendas florales, se destacaban ramos de claveles rojos y claveles blancos.