Quienes nos siguen, no desconocen que nos agrada recordar a vecinos de Caseros que fueron significativos en éste, nuestro barrio.

A María, la entrevistamos en la primavera de 1996. En aquella oportunidad, con la cordialidad que fue su sello distintivo, nos atendió en su farmacia de Lisandro de la Torre y Mitre.

De aquel reportaje, rescatamos lo siguiente:

  • De joven, tanto le apasionaba practicar deportes como interpretar historias sobre el escenario. “Con la gente de la parroquia (La Merced) actué en muchos lados; me gustaba tanto actuar que en cuanto me daban un papel, enseguida lo memorizaba”, aseguró.
    Sin embargo, su padre – don Silvio, un italiano que peleó en la primera guerra – no comulgaba con tales actividades pues sostenía que no eran afines a señoritas “de su casa”.
  • “También me hubiera gustado jugar al básquet en el 9 de Julio pero la palabra de papá era sagrada”.
  • María nació en el otoño del ’31 y pasó su infancia en los alrededores de “Mitre y Villarino” (actual Lisandro de la Torre). En esta esquina, su padre instaló una estación de servicio (foto) –“la primera que hubo entre la Capital y Pilar”-, un taller de chapa y pintura y una agencia de autos. “Como la estación de servicio funcionaba día y noche, papá dormía sentado junto a la ventana… era increíble como trabajaba; con el tiempo, instaló otra estación, cerca de San Miguel, a la que llamó “Santa Rosa” en honor a mamá”.
  • Don Silvio fue también el dueño de la primera línea local de colectivos que circuló por Caseros: la N° 10. “Todavía me acuerdo del sobrenombre de algunos choferes: ‘Agua Caliente’, ‘Panza Fría’… cuando apareció la línea 141, mi papá se fundió”.
  • Su madre -Rosa María Catalina Rossini- fue una mujer solidaria, espiritual, religiosa… “Ella me enseñó a leer con el “Romancero Franciscano”, de San Francisco de Asís; fue soprano en el coro de Lourdes y colaboró mucho con la construcción de la parroquia de Santa Teresita (Mitre, casi esq. Agüero)“Mi abuelo fundó, del otro lado de la vía, la Congregación Mariana”.
  • Don Silvio y Rosa tuvieron tres hijos: Norberto, María (nuestra entrevistada) y Jorge. “Con mis hermanos nos sentábamos en la esquina y, como todo era campo, veíamos a los coches desde lejos; jugábamos a ver quién acertaba la marca del auto, también me gustaba jugar con los patitos que teníamos…”.
  • María concurrió a la escuela “de las Carmelitas”, donde, también, “me enseñaron a bordar y escribir a máquina”.
  • “Nos llevaban de picnic a la quinta de Romero (San Martín y Bonifacini); también, íbamos a acampar debajo de los eucaliptus que había sobre Mitre y sobre Alvear… todo era tierra, después se levantó lo que hoy es Villa Parque”.
  • “Una sola vez falté a la escuela; fue un día en que no se me secó el delantal; recuerdo que ese día lo pasé escondida en la casa de una vecina – con acuerdo de mamá – para que mi papá no se enterara… mi padre fue muy estricto, severo pero muy bondadoso, de una sola palabra ¡Qué hombre, Dios mío! fue derecho, justo… si todos fueran así qué bien andarían las cosas!”.
  • María fue integrante de Acción Católica y catequista en Villa Mathieu. Ya muchacha, había llegado hasta quinto año de Ciencias Económicas cuando luego de un replanteo “interno” decidió que los números poco tenían que ver con su vida e ingresó a Farmacología, en La Plata. “Me levantaba a las cuatro de la mañana; tenía de viaje tres horas de ida y tres de vuelta”.
  • En una jornada de gloria, enarboló su diploma y le gritó al mundo que había egresado como farmacéutica. Al tiempo, también se doctoró en Bioquímica. Luego de una experiencia en Morris, inauguró su propia farmacia en la esquina de su vida. Corría 1971.
  • María fue una ‘boticaria’ singular y su actividad no se agotaba en la venta circunstancial de vitaminas y antibióticos. Su especialidad más destacada podría calificarse como de “intermediaria” entre la generosidad y los más necesitados. Si bien, siempre actuó solidariamente, según sus propias palabras, lo hacía “de manera desordenada”.
  • “Un buen día, empecé a poner carteles en la vidriera donde les pedía a los vecinos que dieran algo en beneficio de los pobres, lo que fuese: comida, frazadas, ropa, calzados… incluso, cuando me preguntaban, les explicaba a uno por uno de lo que se trataba. Al principio costó un poco pero después, la ‘rueda’ se hizo sola…”.
  • Desde entonces, muchas personas necesitadas se acercaban hasta su negocio en busca de ayuda. “Incluso, trato de inculcarles hasta a los más pobres que ellos también pueden dar algo… ¿Qué? la oración, por ejemplo, en ayuda del prójimo. Esa posibilidad de que ellos también pueden ayudar los hace tratar de superarse: la bondad regenera y alivia los pesares. Y lo digo con conocimiento porque he tratado con ladrones, sidóticos, adictos…”. 
  • “Gracias a Dios, he roto vallas ‘internas’ que me hacían poner barreras entre el pobre y yo. A veces, me molesto… pero me digo ¡Dios mío! si me buscan es porque me necesitan; entonces, trato de dejar mis propios problemas y me pongo al servicio de los necesitados”.
  • “También intento que aquél que sufre pueda ayudarse a sí mismo; que no cargue todo su dolor en su familia y que trate de ayudar al médico para acelerar su cura… una persona tiene que aprender a curarse”.
  • Por otro lado, María organizó una pequeña “bolsa de trabajo” con la que intentaba paliar algunas aflicciones. “Conozco a algunos industriales y cuando precisan a alguien, me consultan. 0 yo los llamo tratando de “colocar” a algún vecino que no tenga trabajo”.
  • Un aspecto poco conocido (creemos): moría por Boca Juniors. María era capaz de apagar la radio de bronca porque Pompei desperdició su penal, frente a Cruzeiro como de recitar de un tirón: “Vaca, Marante y Valussi; Sosa, Lazatti y Pescia; Boyé Corcuera, Sarlanga, Varela y Pin… Pin jugó un tiempo y después fue reemplazado; qué equipo, eh!” .
  • María fue, también, Terapeuta Floral y Técnica Homeopática. Sus días fueron tan agitados como en su época de facultad. Era capaz de acostarse a las dos de la madrugada y levantarse a las cinco para matear y preparar la jornada venidera.
  • Hacía ya más de veinte años que los caminos del amor la habían llevado a encontrarse con Atilio Lorenzo de San José Cortez; el matrimonio tuvo dos hijos: María de las Mercedes y Atilio Rafael.
  • Enérgica, afectuosa, charlatana, generosa, aquella niña que jugaba con los patitos, aquella moza que corría los trenes madrugadores, aquella actriz frustrada, la fana de Boca se convirtió en una de las vecinas más queridas de Caseros.

Sabemos que María Brianti falleció pero desconocemos las circunstancias y la fecha. También sabemos que cuando transitamos por esa, su esquina, su recuerdo nos provoca una grata sensación.