Fue enamorada de Darío Catena – ferroviario de la línea Bs. As al Pacífico (BAP) – que María, apenas casada, se afincó en los alrededores de Rauch y Sabattini.

Corría 1934. “Al principio, extrañaba mucho mi casa de Avellaneda, donde había vivido desde que mis padres me trajeron de Italia. Dos veces por semana, me iba para Avellaneda… después, me encariñe con Caseros”, nos confesó, María, en cierta oportunidad:

  • Apenas instalada en nuestros pagos, la moza italiana atornilló, en el frente de su domicilio caserino, una llamativa chapa donde se leía: “María Catena. Profesora de Corte y Confección. Sistema Mendía”.
  • La convocatoria fue inmediata: el vestíbulo de la casa de la calle Rauch pronto se llenó de vecinas entreveradas con agujas, dedales, papeles de molde, cuadernos, escuadras y una larga mesa para cortar telas. “Para estar más cómodas, nos mudamos a una casa de la esquina que era propiedad del doctor Zavatarro”.
  • Al poco tiempo, en esa misma esquina quedó inaugurada la mercería “Casa Catena’ que tanto ofrecía puntillas y bordados como botones forrados e hilos de coser. El esposo Darío, en sus momentos libres, también supo atender aquellas estanterías mientras María continuaba con sus clases en el trasfondo del local. 
  • “Desde chiquita fue esa mi vocación: mamá decía que cuando yo tenía cuatro años ya andaba pegando botones y cosiendo pañuelitos. Por eso siempre digo que, gracias a Dios, yo hice lo que me gustaba. Siempre trabajé mucho. Me levantaba a las cinco, preparaba la comida limpiaba la casa y me ponía a enseñar. Tenía tres turnos de clases por día.
  • Por supuesto, las clases de María no se agotaban en el arduo aprendizaje de confeccionar vestidos. Si se repara en que el alumnado era plenamente femenino, se convendrá en que lo esperable era también una intensa maraña de relatos sociales y sentimentales.
  • “Venían señoras que contaban cómo se enojaban con sus maridos o cómo renegaban con los chicos. También, venían chicas que citaban a sus novios después de corte y confección. Cuando tenían algún problema o se peleaban con sus novios, buscábamos aconsejarlas y consolarlas. Después, cuando se casaban, íbamos todas a la iglesia. Éramos como una familia donde se contaban muchas cosas”.
  • “Cuando era mi cumpleaños, las chicas traían sandwiches y tortas y festejábamos sobre la mesa de corte ¡Qué buenas que eran!”.
  • Hubo alumnas que, bajo la tutela de María, se convirtieron en excelentes modistas: Delma Iriondo, Elisa Laruccia, Olga Guerra…”.

SAN MARTÍN Y SABATTINI

  • En los ’40, “Casa Catena” trasladó sus estanterías a la esquina de avenida San Martín y Sabattini.
  • “La avenida estaba adoquinada y tenía un boulevard; solamente pasaban el colectivo 4 y otra línea que desapareció”.
    “Mi esposo colaboró mucho con la Asociación Fomento de Caseros; presenciamos cuando se enterró la piedra fundamental del Banco Cooperativo.
    “Una vez por semana, íbamos a los cines Paramount o Urquiza; me gustaban las películas argentinas. También, todos los años íbamos quince días a Mar del Plata”.
  • A sus 70 años, tras más de medio siglo de enseñar corte y confección, María colgó definitivamente el dedal. “Es que, en los últimos tiempos, las chicas ya no eran como las de antes y no me hacían tanto caso. Entonces, dejé de dar clases”.

María fue amigable, cálida y “aconsejadora”. Se emocionaba cuando alguna de aquellas alumnas la recordaba y le daba un beso cuando la encontraba. Era bajita, memoriosa, tenía el cabello color nieve. Algunos achaques le habían paralizado el brazo izquierdo y le acarreaban alguna que otra molestia. Pero no le quitaban ni un poquito así de lucidez ni le impedía transitar los recuerdos. Tampoco, repetir lo siguiente: “Gracias a Dios, siempre hice lo que más me gustaba”.

Tuvo dos hijos, Jorge Luis y Elida Elvira, y cinco nietos.

Falleció el 27 de mayo de 2000, a sus 92 años. Se llamaba María Eda Uva de Catena y fue, además de comerciante,  una entrañable, recordada profesora de corte y confección de nuestro barrio.