Lo perdimos de vista a don Antonio Santos y desconocemos qué será de su vida.

Sin embargo, o recordamos como el laborioso vecino que, a lo largo de más de medio siglo, se dedicó a vender, por las calles de Caseros y alrededores, café, facturas y churros.

Fue hace más de tres lustros que nos contó que cada madrugada se levantaba a las tres y media y llenaba “una docena de termos con café”.

A eso de las cuatro y media – “haga frío, llueva, truene o caigan adoquines” – nuestro vecino cerraba la puerta de su casa de Villa Mathieu, montaba su triciclo colorado e iniciaba el pedaleo en un recorrido que, estimó, “abarca ’30, 35 kilometros”.

Supo ofrecer sus productos por Caseros, Tropezón, San Martín y hasta llegaba a San Andrés. Cada día, de lunes a lunes.

“Hago este trabajo desde hace 50 años”, nos dijo Antonio, quien describió entusiasmado las características de su ocupación y señaló que los únicos contratiempos “son los clavos de los fiados y los asaltos”.

ASALTOS Y CARIÑO

“Me robaron cinco veces… una vez, en La Merced y Juan Manuel de Rosas, me pegaron un culatazo y me tuvieron que internar”. A pesar de todo, aclaró que “este trabajo me gusta porque me gusta estar en la calle, charlar con la gente… a mí me conocen todos…pero ¡ojo! siempre ando derecho por la vida, eh”, subrayó orgulloso.
El hombre de infaltable gorra y saquito blanco o beige – “siempre limpio y prolijo, eh” – se confesó gallina de corazón y soportaba estoico las cargadas de rigor.
Casado con Trinidad Haydeé Rodríguez, el matrimonio tuvo dos hijos – Carlos y Alfredo – y, hasta la última vez que lo vimos, un nietito: Ignacio Matías.