Café de por medio, en cierta oportunidad, Domingo “Mingo” Gorgolizzo nos habló de su muy querida Villa Alianza y de su propia vida

 “Algunos me preguntan por qué no rehice mi vida. Para qué, digo yo. Si cuando vuelvo a casa veo luz, a mi hija, a mi yerno, a mis dos nietas que me atienden como se atiende a un abuelo. Si me duele el estómago, mi hija me trae un té, Comprendo a los que se sienten solos pero no es mi caso; sólo me falta mi esposa, Cristina Fiori, quien falleció en  1983″.

Había conocido  a Cristina en una de las legendarias milongas del club Villa Alianza, la institución ubicada en Méjico y Nstra. Sra. de La Merced. Eran los años ’40 y el barrio despertaba entre calles de barro, zanjones y baldíos.

En sus años mozos, Mingo atendió un reparto de pan, mediante un carro a caballo, que competía con tracciones similares que representaban a “La Ítalo”, “La Nacional”, “La del Pueblo”

“Yo entraba hasta la cocina de las casas; dejaba cuatro flautas y dos figazas, que más o menos equivalían a un kilo de pan. Si estaba la pava caliente, me tomaba un mate. Como serían de abiertas las casas que ahí nomás, de donde yo dejaba el pan, estaba el dormitorio, apenas cubierto con una cortina, donde dormía la familia. Tenía una clientela muy grande; eso sí, todos me pagaban con libreta”.

Mingo era del ’20 y de Villa Alianza o de “Villa Barullo” como le dicen algunos veteranos. “Le decían así porque hubo un conjunto formado por vecinos que eran muy barulleros”.

“SI UNO LO PIENSA, CREO QUE ANTES ERA MÁS FÁCIL SOPORTAR LA POBREZA”

De pibe conoció los rigores de la vida: tenía sólo siete años cuando falleció su padre. Mamá Ángela debió multiplicarse para atender a sus cinco hijos.

“Mi madre apenas si cobraba una pensión; nos la rebuscábamos como podíamos. Mi casa estaba sobre la calle Belgrano y en el baldío de enfrente habíamos hecho una quintita. También teníamos gallinas… si uno lo piensa, creo que antes era más fácil soportar la pobreza porque siempre había un pedazo de tierra donde plantar algo. No había que “mantener” las comodidades de hoy. Apenas si teníamos una cocina “económica”, con su horno, plancha y tanque de agua que estaba todo el día prendida gracias a los carbones que nos tiraban los maquinistas del ferrocarril”.

La Villa era surcada por caminos de carbonilla que se dirigían hasta la calle Roma y las vías donde los trabajadores abordaban el “Tren Obrero” que los llevaba hasta los Talleres Alianza. Barrio humilde pero lindo para vivirlo.

“¡La pucha si era lindo, todos nos conocíamos; los pibes íbamos a cazar ranas a la laguna que había donde ahora se levanta la cancha de Estudiantes. También íbamos a la quinta de don Pablo (actual Villa Parque) a agarrar batatas que cocinábamos al lado del cerco de sina sina”.
“Se jugaba mucho al futbol, era la principal diversión; al Alianza lo seguíamos a todas partes. La cancha estaba donde hoy está la plaza (Méjico y Moreno) “.

Además del club, los referentes del barrio eran “El Cortijo” – exquisita vivienda levantada por la familia Luque, sobre la calle Belgrano – y el almacén de don Bruno Grossi, ubicada frente a la entidad.

 “Don Bruno, quien presidia la Sociedad “Patria y Labor”, era todo un personaje; fue condecorado por el embajador plenipotenciario de Italia y premiado con un viaje a ese país. El almacén tenía un estaño y, al lado, cancha de bochas. También recuerdo el almacén de “El Chivo”, no sé por qué le decíamos así, y al almacén Iruña“.

La escuela ahora panadería

Mingo fue alumno de la Escuela N° 38, que sin muchas pretensiones se levantaba en Lisandro de la Torre y Belgrano… “donde ahora hay una panadería; eran cuatro aulas con un patio en el medio y los baños en el patio; todo estaba cercado por ligustros”.

El establecimiento actualmente abre sus puertas en Lisandro de la Torre y Urquiza.

Villa Alianza está limitada por las calles Mitre, Perú, Urquiza y Lisandro de la Torre.
“Urquiza, cuando llovía, era un río. Cuando un caballo se caía teníamos que pedir ayuda para que alguien le sostuviera la trompa mientras lo desatábamos del carro; de lo contrario, se ahogaba”.

Era un barrio “donde los muchachos molestábamos a las parejas” que se animaban a ampararse en sus sombras. “Pero había mucho respeto; si un mayor golpeaba en casa para quejarse de nuestra conducta, seguro que la ligábamos porque siempre se le daba la razón”.
Mingo fue creciendo junto a su rincón caserino. “Ni me di cuenta de cómo fue adelantando el barrio, tal vez, la única señal que percibí fue que me encontraba con vecinos que no conocía”.

Con el tiempo, el hombre instaló su propia panadería – en Moreno, casi Méjico – al lado de su casa y, más adelante, ingresó al Banco Cooperativo donde ejerció como director.

Fue tesorero durante mucho tiempo del club Villa Alianza donde nació el jardín de infantes –“Misia Pepa”, al que concurrieron miles de alumnitos de la zona.

En cada aniversario del club se organizaron gigantescos asados al que concurren numerosos vecinos. Lo recaudado ayudaba para mantener el Jardín.

Mingo era pelado, de bigotes y sonrisa afable. Aseguraba que su mayor fortuna era tener muchos amigos. Su hija se llama Cristina y sus nietas, Paula y Alejandra.

Tenía una colección abundante de recuerdos relacionados con su querido barrio.

Un ejemplo: la presencia “del Hermano José, espiritista de increíble convocatoria que era visitado en su domicilio de la calle Méjico por gente que venía de todo el país”.

 Ángel Domingo Gorgolizzo falleció el jueves 29 de enero de 1998, a sus 77 años. Al igual que el club de sus amores, el almacén de Bruno o “El Cortijo”, fue uno de los referentes ineludibles de Villa Alianza.