Jorge Oscar Manito Martínez era caserino de pura cepa. Su casa de la calle Esteban Merlo (ex Chascomús), entre Sarmiento y 3 de Febrero, albergó  su tiempo de infancia,  adolescencia, juventud y madurez.

A pocos metros, otra puerta también fue testigo del transcurrir de su vida: la del club Villa Pineral (calle 3 de Febrero, entre Cafferata y Rebizzo) que lo conoció de purrete y también como sempiterno directivo de la entidad; incluso, durante largos períodos ocupó el cargo de presidente.

Fue alumno de la escuela Ángel Pini y dividió su corazón futbolero entre Almagro y el club de la ribera.

Durante décadas se desempeñó como guardavidas del club Estudiantil Porteño (Ramos Mejía) y también ejerció el control en las piletas Ruta Sol, de la UOM.

Por supuesto, también fue guardavidas en el club de sus amores cuando la pileta de la entidad de la calle 3 de Febrero era la más convocante del distrito (llegó a tener 1700 socios).

Tiempo, además, en que las milongas del club Villa Pineral se destacaban tanto por la numerosa concurrencias como por los artistas de primera línea que se lucían en veladas inolvidables.

Con el correr de los años y el cambio de las costumbres de barrio, el club ingresó en un ocaso y parecía condenado a desaparecer.

Jorge – quien de manera paralela a su labor como guardavidas – ejercía como técnico en musculación, se ocupó de revitalizarlo dándole brío al gimnasio. 

Con su entusiasmo contagioso, la institución fue recuperando esplendor, adaptada a los nuevos tiempos.

De a poco, las paredes, la fachada, los vestuarios, los salones se fueron renovando y se impulsaron distintas prácticas deportivas.

Tuvo una gran frustración: a pesar de todo su esfuerzo y las múltiples gestiones que realizó, nunca pudo recobrar la legendaria pileta de natación.

Pero su dedicación y empeño fueron pilares para la recuperación del club.

Jorge Oscar Martínez tuvo un hijo – Rodrigo – y estaba en pareja con Alicia, desde hacía más de tres décadas.

Días atrás, nos enteramos que falleció el 25 de enero del año pasado,  a sus 78 años.

Amable, respetuoso, trabajador, de hablar sereno, lo recordamos como una buena persona.