Durante mucho tiempo, la farmacia Gigliotti abrió sus puertas en la esquina de av. San Martín y Belgrano, en la misma ochava que hoy ocupa la inmobiliaria Yaryura.

Hace un tiempo, cuando publicamos esta imagen (foto tomada en los años ’50), un ex empleado recordó “¡Si le habré pasado cera a esos mármoles de la farmacia y lustrado con Brasso la placa de bronce del farmacéutico. Todo brillaba y relucía!”.

Además, agregó: “La casa blanca de al lado, creo que inicialmente era de don Hugo Gigliotti, quien después construyó un magnífico apartamento encima de su farmacia”.

También, detalló: “A pesar de su acento italiano, don Hugo era africano, específicamente egipcio, de la colonia italiana de Alejandría. Recuerdo haber visto, en el sótano de la farmacia, viejas cartas con estampillas aún con la figura del último rey de Egipto.

El salón cuadrado era lo más tradicional posible, parecía una farmacia inglesa de fines del siglo XIX, con sus armarios de cedro del Líbano con puertas de vidrio, y entre ellos, la ochava con el reloj encima que era la entrada a la trastienda.

LA FARMACIA DE LAS VÍBORAS

“En 1968, cuando empecé a trabajar con Don Hugo, ambas calles tenían árboles y su establecimiento era conocido como “la farmacia de las víboras” porque al lado de la balanza, había un armario tipo cristalera, que tenía encima dos frascos de vidrio de boca ancha y en el interior de cada uno, una copa alta con una víbora enrollada y su cabeza inclinada hacia dentro de la copa, que es, ni más ni menos el símbolo tradicional de las farmacias: el cáliz y la víbora.

“Con mis 13 años, esos adornos me parecían interesantes, pero a mucha gente no le gustaba verlos en ese lugar y cuando la farmacia se vendió, una de las primeras providencias del nuevo farmacéutico: don Roberto Luis Podestá, fue deshacerse de esas ‘monstruosidades´”.

La farmacia estuvo ubicada en esa esquina hasta la década del 90.