El sábado 13 de julio de 2013, Alejandro Javier Schildhauer tenía 30 años. Residía junto a su esposa, Natalia Micaela Pérez, quien estaba embarazada de cuatro meses, y su hijita, de apenas tres años, en la calle Guaminí, entre Álzaga y Spandonari.

En esta vivienda de Villa Mathieu, que el joven matrimonio compartía con los padres de Alejandro – Carlos y Marta – el muchacho transcurrió su infancia y adolescencia, junto a sus hermanos mayores: Christian y Laura.

Alejandro fue alumno del instituto Beato Vicente Grossi y del colegio Pio XII, donde conoció y se enamoró de Natalia.

Trabajaba como técnico electrónico, era aficionado al paddle y ferviente simpatizante de River. Aunque su dedicación mayor estaba reservada para su familia y a la religión católica, dado que era muy devoto, al igual que los suyos.

Alrededor de las tres y media de la madrugada de ese sábado fatal, Alejandro, tras participar en una ceremonia en el Santuario Sagrado Corazón de Jesús, en Berazategui, regresaba a su casa en Caseros, conduciendo su Peugeot 207 rural. Lo acompañaban su esposa, su hijita, sus padres y su suegro, Marcelo Pérez.

Apenas Alejandro detuvo la Peugeot rural frente a su domicilio, su madre, su esposa y su hijita ingresaron a la vivienda mientras su suegro y su padre se apuraban a abrir las rejas para que Marcelo ingresara su vehículo del garaje.

En ese momento, pasaba por la calle un Fiat Uno blanco que giró en U repentinamente y regresó hasta la vivienda. De este automóvil, bajó un delincuente armado, otro se quedó al lado del vehículo mientras el restante se mantuvo al volante. En tanto, don Carlos estaba en la puerta del domicilio y Marcelo Pérez, a quien obligaron a tirarse en el suelo, estaba abriendo las rejas. Uno de los malvivientes amenazó a Alejandro, quien estaba sentado en la rural, presto para ingresarla al garaje, y le exigió las llaves.

Según testimonios, el joven no opuso resistencia alguna; sin embargo, mientras descendía del vehículo, recibió un disparo a quemarropa que le ingresó entre la oreja y el cuello. Mientras los delincuentes se daban a la fuga, Alejandro fue trasladado al hospital Carrillo pero falleció antes de llegar al nosocomio.

Más tarde, el Fiat Uno fue hallado, semiquemado, en una de las entradas al barrio Carlos Gardel.

“UN HERMANO MARAVILLOSO”

Laura Schildhauer declaró que “me quitaron un hermano maravilloso” y pidió por justicia y mayor seguridad. Su esposo, Germán Endewardt, se sumó al pedido de mayor seguridad y subrayó que “por esta zona no patrulla nadie, ni siquiera hay cámara de seguridad”. Describió a su cuñado como “un ángel que se nos fue al cielo”.

(nota publicada en revista Caseros y su Gente)