El Bar “Los Pichones” cerró sus puertas a fines de los ’70, tras décadas de ser conocido punto de encuentro en nuestro barrio.

Su pérdida dejó un vacío; en especial, entre sus fieles clientes, quienes lo consideraban algo más que un simple bar.

Fundado en 1955 por la familia Rodríguez, “Los Pichones” se había ganado la estima de generaciones de caserinos, leales parroquianos que lo elegían, tal vez, por su ambiente coloquial, por sus empanadas caseras y su solicitada selección de vinos y cervezas.

Cuando se conoció su cierre, el periodista Mario Ravbar escribió: “Desde sus comienzos, hubo clientes para todos los aspectos de este lugar múltiple: el bar para jugar a las cartas, el salón restaurante para comer realmente bien, la glorieta, la cancha de bochas. Cada ambiente era un pequeño universo aparte. Era raro encontrar un antiguo habitante de Caseros que no haya tenido su época de afición en este lugar de encuentro y comunicación”.

El lugar – convertido en punto de referencia del barrio (Antonio Carrizo fue uno de sus habitués) – fue testigo de momentos importantes en la vida de sus clientes: desde las tertulias de los abuelos hasta las reuniones de amigos y celebraciones familiares.

“Los Pichones” fue mucho más que un simple bar; era un símbolo de la comunidad y una pieza clave en la identidad del barrio.

Sigue el cronista: “Esto es, justamente, lo que ha desaparecido para todos cuantos -en especial, los jubilados- encontraron en esos ambientes la ocasión y el pretexto de comunicarse y de mantener encendida una tertulia para la pequeña historia cotidiana de Caseros. Los distintos dueños – Castro Hermanos, Burgo, un señor de apellido Nicola, Martín Hermanos – se parecieron en la virtud de atender el negocio en forma tal que el único dueño permanente fuese el pueblo”.

Los jubilados

Continúa el relato: “El hospitalario restaurante de Fischetti y San Martín -donde los jubilados constituían la única comunidad a la que se consentía en su derecho a permanecer horas y horas jugando a las cartas, con la sola consumición de un café o un vaso de vino – ya es un hueco en la vida menuda de Caseros”.

En 1978, el diario La Razón publicó: “Los Pichones” conservó su personalidad a través de los años. Las canchas de bochas y de bolos atrajeron siempre gran clientela. Aun se rinde honor a las habilidades de varios jugadores que alcanzaron renombre en numerosos certámenes: “Perita”, que provenía de Villa del Parque, el campeón local “Taita Manduca” y el célebre “Rosarino”, todos ellos con legiones de admiradores. Los espectáculos artísticos no formaron parte del programa oficial, pero a veces surgían espontáneamente entre las familias y los parroquianos reunidos en el bar o cerca de la parrilla: los testimonios de más larga data se refieren entre otros, a un joven llamado Angelito, cuya hermosa voz – silenciada por una muerte temprana – resonó muchas noches de verano en la glorieta.

“Los recuerdos no hablan de políticos, artistas o deportistas famosos, pero “Los Pichones” congregó siempre a vecinos muy caracterizados y trascendió por la respetabilidad de sus reuniones”.

La Razón, además, detalló que “no se trataba de una construcción singular o valiosa desde el punto de vista arquitectónico, ni encerraba en sus recintos el recuerdo de hecho alguno extraordinario para los anales de la historia, general o lugareña.

“La casa no sólo resumía los rasgos de las típicas edificaciones de comienzos de siglo, modestas pero muy espaciosas, sino que, por esto mismo y por aquella falta de méritos especiales, estaba condenada a la caducidad, y este fenómeno tal vez sea disimulable en otras partes, pero no en Caseros, una suerte de centro social y espiritual situado en medio de otro centro dinámico e impaciente de transformaciones, como muchos otros del Gran Buenos Aires”.

El legado que dejó Los Pichones seguramente perdura en los corazones de aquéllos que lo disfrutaron. Esas memorias y la historia del lugar seguirán vivas en las anécdotas y recuerdos de quienes fueron sus parroquianos, manteniendo viva la tradición de un bar que se convirtió en un lugar emblemático para todos sus visitantes.