“La primaria la cursé en la escuela N°33, cuando estaba en Medina, entre Sabattini y De Tata. Cada alumno, a principios de año, tenía que llevar su banco porque no había donde sentarse. Era 1923 y la escuela recién empezaba a funcionar. La directora era la señora Amanda Rosas de Blanco. Los últimos grados los hice en la escuela N° 8 (actual 12) – estaba en Belgrano y 3 de Febrero – allí, tuve como compañerito de aula al dirigente Rogelio Frigerio, quien vivía acá, en Caseros”.

¿Quién relataba estos recuerdos? Una señora bajita, de voz clara y sonrisa abierta a la que entrevistamos en cierta oportunidad.

Se llamaba Juana Fenicia D’ Ippoliti de Wembagher, pero quienes la conocieron le decían Juanita, nomás: Juanita, la maestra.

Había nacido el 1 de julio de 1914 y vivía – junto con su hermana Ángela – en una amplia casa (foto) de la calle De Tata entre Curapaligue y Kelsey (actual Murias). Era dueña de una memoria prodigiosa.

JUANITA Y SUS RECUERDOS

“En el actual cine Paramount, en la planta alta, había una especie de confitería donde se podía comer o tomar algo y, a la vez, mirar la película. También conocí a don Jacinto Benavente que, cuando venía a la Argentina, alquilaba una casa-quinta, aquí enfrente, donde está la escuela Ricardo Rojas”.
Juanita hizo el normal en una escuela de Palermo y hasta allí viajaba – junto con una barra de Caseros – en el famoso “vagón de los estudiantes”.

“Mi padre era empleado del Ferrocarril y a mi esposo, ya fallecido, lo conocí en un viaje en tren. Él, en ese tiempo, era telegrafista de la Policía Federal. En aquella época, yo vivía en Curapaligue y Fischetti, en pleno Barrio Chino“.
– ¿Por qué lo llamaban así?
– Porque era un barrio de muchachos bravos. Estaba limitado por las calles Hornos, Bonifacini, Villarino (actual Lisandro de la Torre) y por las vías. Ellos no querían que una chica de acá anduviera con “forasteros”. Mi esposo tuvo que pasar unas cuántas cuando estábamos de novios. ¡Se armaba cada trifulca con los muchachos del otro lado de las vías! Igual que las que se armaban cuando se agarraban los “pitucos” del club Caseros con los “atorrantes” del club Unión.

Juanita fue maestra de la escuela 33, entre los años 1937 y 1954; luego ganó – “por concurso” – el cargo de inspectora y cumplió una vasta trayectoria en distintas localidades bonaerenses. Tras jubilarse, instaló un jardín de infantes – al que llamó Tatín – que dirigió durante 25 años.

“También dicté clases de castellano y geografía en la escuela N°5. Uno de mis alumnos fue el dirigente sindical, José Rodríguez.

Mientras ejerció como maestra, Juanita se ganó el respeto de sus alumnos por su permanente entrega.
“Yo los llevaba a jugar a la pelota después de clase. Una vez participamos en un campeonato y -en una semifinal contra un colegio de Ciudadela- al salir de la cancha el equipo rival, uno de mis alumnos me dice: ‘Señorita, ésos no son de sexto grado, ésos son los padres de los chicos’… Protesté y nos ganamos los puntos sin jugar”.

Juanita recordó con afecto a la directora de la “33”: señora de Lusich, madre del actor Fernando Siro, a quien tuvo como alumno. También lo fue el ex-intendente Dáttoli.

Sostuvo que lo mejor para una maestra era tener ascendencia moral sobre los chicos y aclara que “eso no se gana ni con gritos ni con malas notas; el chico valora al maestro cuando intuye que se brinda”.

Fue también,  bibliotecaria de la Alberdi y de la Mitre; le gustaba el tango y extrañaba la cordialidad que antaño, había entre los vecinos. Sin duda, sus mejores recuerdos tenían como protagonistas a sus ex-alumnos. A algunos, les costaba reconocerlos aunque ellos, a menudo le demostraban su afecto.

Juanita tuvo una hija – María Cristina – y afirmó que de Caseros jamás se mudaría. Le decía al barrio: “No sé si sos lindo o feo, pero te quiero porque sos mío”.
Se dice que cuando Juanita tomaba la tiza y se paraba frente al pizarrón, se aprendían dos cosas, una difícil y otra fácil: la tabla del siete y a quererla, respectivamente.

Falleció el sábado 11 de octubre de 2003, a sus 89 años.