La cuadra se alborota: se aproxima la boda de “la nena”, la que vive llegando a la esquina. Todos se ponen manos a la obra; amigos, familiares y vecinos colaboran para dejar la casa impecable. Se pintan paredes, se arreglan los revoques olvidados y se podan los árboles. El tiempo pasa entre preparativos y el ir y venir de la novia a la casa de la modista, donde junto a sus primas y tías elige telas y termina su ajuar.
Llega la víspera del gran día y también la serenata. Es un compañero de trabajo del tío Pepe, tanguero de ley, quien se ubica bajo la ventana de donde vive “la nena”, acompañado por dos guitarristas. Con gran sigilo, el trío entona un vals y llena la noche de melodías. La novia, sorprendida y emocionada, abre la ventana en camisón. Las lágrimas afloran; también lloran la madre, la abuela y la tía. La novia se viste y sale al encuentro de los vecinos que brindan por ella y su futuro esposo.
Llegó el sábado. La calle se llena de vecinas curiosas. La novia, radiante y acompañada por el padrino, sube al coche rumbo a la parroquia. Mientras tanto, en el jardín de la casa, se termina de armar la gran mesa en forma de T, cubierta con un mantel blanco. Las copas son colocadas con cuidado, todo bajo la supervisión de tíos, primos y vecinos, quienes más tarde, vestidos de traje pero con la camisa arremangada, harán de improvisados mozos.
Los invitados comienzan a llegar desde la ceremonia religiosa y esperan que los recién casados que fueron a sacarse fotos en la plaza.
De regreso, al traspasar el umbral, los recién casados son recibidos con la marcha nupcial. Entre abrazos, lágrimas y brindis, la fiesta avanza. Los “mozos” sirven comida sin bandejas, y la música invita a todos a bailar pasodobles, cumbias, tangos y milongas.
A pesar de un intento de colarse por parte de un par que se dice “amigos” del novio, la fiesta sigue su curso. La novia lanza el ramo y justo lo atrapa la prima solterona, provocando risas y aplausos. Cerca de las seis de la mañana, los invitados empiezan a retirarse, llevándose consigo algunos recuerdos comestibles. Mientras tanto, los novios, discretos, se han retirado a su noche de bodas. Así es como en el barrio se recuerda el casamiento de la nena, un evento que quedará grabado en la memoria de todos.
JORGE ABIUSO