Lo entrevistamos años atrás. Encontramos a un vecino que se hacía querer con armas legítimas: afable, dispuesto, cachador, tolerante; condiciones que le reconocían sus amigos de Villa Alianza o Villa Barullo, como llaman los veteranos a este cachito de Caseros.

Cargó desde siempre con el apodo de El Nene Corradi” y desconocía el motivo.

Había nacido en los alrededores de Bolivia y La Merced, su lugar en el mundo.

Su casa paterna, nos contó, presentaba una larga galería, patio con malvones y piezas de techos de chapa.

¿SABÍAS QUE VILLA ALIANZA TENÍA RÍO Y LAGUNA?

“En Villa Alianza habría dos o tres casas por manzana ¡Se inundaba de lo lindo!… la avenida Urquiza era un río y donde está la cancha de Estudiantes, una laguna… ¡Cómo cazábamos ranas!”, evocó.

Si bien en este rincón caserino moraba una aplastante mayoría de vecinos ferroviarios, papá Domingo Luis era estibador y mamá, María Luisa Yera, “ama de casa y costurera de ésas que se levantaba a las cuatro y dale que dale hasta la noche… jamás se quejaba. Todavía tengo su máquina de coser”.

LA QUINTA, EL RIEGO OBLIGATORIO Y EL COLE

 “Mi viejo era bravo como los de antes: él llegaba a la tarde y hundía el dedo en la tierra para controlar si yo había regado los almácigos… y yo a veces los regaba apenas por arriba para rajarme a jugar a la pelota; entonces, la ligaba”, recordó con sonrisas.

Pizarrón y tiza en la Escuela N° 38, que por entonces estaba ubicada “en Villarino (actual Lisandro de la Torre) y Belgrano, junto a compañeros de 18 a 20 años que ya tenían pantalones largos”.

Infancia sencilla en un barrio humilde, “yo me sentía Dios cuando mi tío me invitaba con una granadina en el almacén de Bruno (La Merced y Méjico)”.

CUANDO SE LE OCURRIÓ ATROPELLAR A UN TREN

“Yo tendría quince años y trabajaba en la VICRI, cuando me atropelló un tren y me internaron en la Cruz Roja (Belgrano y Caseros); recuerdo que me atendió el doctor Bocco. El oficial que vino a hacer el sumario me dijo: ‘Así que usted es el que atropelló al tren’. Yo le respondí: ¿Cómo?.  ‘Y claro – me dijo – el tren va por la vía y no lo puede esquivar; es usted el que se puso adelante’”.

ESTROLADAS Y PIÑAS AL POR MAYOR

Adolescencia de infinitos entreveros futboleros en los baldíos y en el ya centenario club Villa Alianza, el decano de Caseros.

“Jugué en el club desde chico… Íbamos a Derqui, Luján, Campana, Rosario. La generación anterior a la mía, jamás podía finalizar un partido sin agarrarse a piñas. A todos los lugares que iban, eran acompañados por un grupo de vecinos dispuestos a dar… y los del otro lado también se preparaban… así que religiosamente habla piñas”, admitió Corradi.

“En una oportunidad, nosotros, que éramos un poco más pacíficos, tuvimos que jugar una final contra “El Fortín”, como tres o cuatro veces: jamás pudimos terminarla porque siempre estábamos a las trompadas… hasta hubo tiros, cuchilladas…”.

El amor le llegó de la mano de Clide Nelba, una piba que vivía cerca de su casa y empezó a domesticarlo.

Los porotos para el puchero se los ganó El Nene  trabajando en el ferrocarril, como administrativo. En la empresa, expuso también sus habilidades de centrojás integrando los equipos representativos.

Tanguero hasta la médula, peronista e hincha de River… “admiré a Pipo Rossi, Labruna, a Pedernera que jugaba con la cabeza levantada”.

Corradi era un vecino bien de barrio, de ésos que extrañan los cafés de antes, llenos de amigos, que se visitaban al atardecer.

“En Diagonal Bouchard y Alvear estaba el café ‘Los Angelitos’ que atendía ‘El Tarta’ ¡buen tipo, eh! y enfrente estaba la parrilla de don Natalio que era un despelote de curdas”.

EL GRAN ASADOR

El Nene fue un increíble asador capaz de enfrentarse con parrilladas de hasta 800 comensales y salir airoso del entuerto… “siempre, desde muchacho, me gustó hacer el asado”.

También le gustaba saludar a los vecinos de siempre; incluso, a los más jóvenes…

“Yo los obligo a que me saluden; les digo: ‘¡chau, cachorro!’ y me tienen que contestar… ¿Acaso no es lindo que nos conozcamos?”.

Extrañaba el respeto de antaño; aquel respeto que generaban hasta los muchachos apenas un poco mayores… “capaz que uno estaba en el club y quería fumar; bueno, nos miraban y ¡listo!, alcanzaba para apagar el pucho”.

Le gustaban los jilgueros, las plantas y definió a Villa Alianza como “una gran familia”.

Fue declarado presidente honorario del club de sus amores, el Villa Alianza, entidad de la que era socio número uno.

Se llamaba Rodolfo Alejandro Corradi y (nos enteramos días atrás) falleció el lunes 14 de octubre del año pasado, a sus 92 años.

Tenía dos hijas, Andrea y Gabriela. Es Andrea quien resume: “En los últimos tiempos, estaba un poco bajoneado porque la mayoría de sus amigos de siempre, ya habían partido”.  Y agrega: “Pero tuvo una vida plena, feliz”.