El pibe de Villa Alianza fue trazando el camino que lo llevó hasta el Barrio del Arte, devoción temprana que le quemaba el alma.
En los fondos de su casa de la calle Roma, casi esquina Urquiza, a metros de la cancha de Estudiantes, aliviaba ese ardor inventando historias que representaba su hermana menor. Historias que transcurrían con la tolerante paciencia de su madre y alguna de sus tías como público espectador.
El pibe que el pupitre de la escuela de Urquiza y Lisandro de la Torre estaba apasionadamente inclinado por cuestiones que a su entorno le eran ajenas.
«En mi familia a nadie se la había dado por el arte ni siquiera por aproximación. En casa, solo se escuchaba fútbol y tango. Siempre sentí una gran atracción por lo artístico, sin tener referencia alguna. A veces, cuando escucho hablar de lo que fue uno en otra vida se me da por pensar que me quedó alguna asignatura pendiente con el arte», nos contó hace un tiempo Ricardo Rivas quien llegó a ser Primer Bailarín de elencos reconocidos nacional e internacionalmente y luego, destacado profesor de danzas y escenógrafo.
En aquella oportunidad, el hermano de Rubén y Norma, el hijo de Rosalía Giorgio y Miguel Rivas, también nos dijo lo siguiente:
COMIENZOS
Fueron muy complicados, dolorosos, por los prejuicios de la época… no quiero contar esa lucha. Yo también me hacía un montón de cuestionamientos porque si bien tenía una vocación marcada, me preguntaba si podría vivir de esto. Me impuse porque soy de temperamento fuerte: me había trazado un objetivo, luché, hice grandes sacrificios y llegué. Por supuesto, también tuve cuestionamientos familiares. Me recuerdo una mañana saliendo de casa, tempranito, tendría quince años, para buscar un trabajo y costearme los estudios, las zapatillas, el vestuario… quería que todo fuese logrado por mí. Con el tiempo, mis padres me fueron comprendiendo y se convirtieron en mis grandes admiradores.
MAESTROS
En la escuela primaria tuve una maestra – Élida Catena– que siempre nos tiraba cosas sobre el arte… eran como pequeñas semillitas que en mí fueron prendiendo. Una vez, la esperé a la salida de la escuela y me ofrecí a llevarle los útiles y acompañarla hasta su casa. Vivía del otro lado de la vía. En el trayecto, me hablaba sobre La Traviata porque ella era cantante. Me contó el argumento – yo no tenía la mínima idea sobre lo que era una ópera- y me invitó a verla cantar en el cine Urquiza… esa función me marcó: ver a mi maestra transformada en una cantante, con esa peluca rubia, con su traje… para mí, fue imborrable. En esa función, bailaron las hermanas Linares que tenian su estudio sobre la calle 3 de Febrero. Empecé a tomar clases con una profesora de Caseros: Ligia Real. Mi perfeccionamiento lo hice con destacadas maestras como Gloria Kazda, Aída Mastrasi, María Ruanova, Ana y Angélica Marini, Amalia Lozano…
LA MAMÁ DE DOLINA
Una de mis maestras de primaria fue la mamá de Alejandro Dolina
La señorita Delfa tenía mucha afinidad conmigo. Ella vivía en la casa de al lado de la iglesia La Merced. Yo iba a tomar clases particulares. Alejandro era chiquito… le llevo unos años; es rarísimo porque de grande jamás me cruce con él, siento como un lazo afectivo porque a su madre yo la apreciaba mucho.
PRIVILEGIADO
Al principio, mi peregrinar artístico no fue fácil. Pero yo sabía que tenía una vocación, un mandato. El camino es arduo, el estudio es rutinario, tedioso… son días con muchas horas de trainning. En los institutos oficiales ingresan a la mejor 200 chicos y luego de ocho años de estudio, a lo mejor egresan diez o quince. Es una carrera absorbente donde se dejan muchas cosas de lado. Conocí lo que es manejar mis tiempos recién cuando dejé de bailar.
¡De cuántas reuniones familiares tuve que retirarme temprano o directamente faltar porque al otro día tenía que ensayar y era necesario estar descansado!. A pesar de todo no me quejo; al contrario, me siento privilegiado por poder desarrollarme dentro de mi vocación… especialmente, cuando veo a tanta gente que hace lo que no le gusta.
UNION SOVIETICA
Viajé en la época de la perestroika y, más allá de la agitación social que se estaba viviendo, comprobé que hasta el último de los campesinos era amante del arte y podía concurrir a cualquiera de los teatros a presenciar un ballet. Acá, en la Argentina, pareciera que si no se pertenece a determinada clase social no se puede decir que le gusta la ópera, el ballet … hay como un prurito. Hay que educar para el arte. En Europa vi, en los museos, como los padres ponen a sus hijos frente a los cuadros y les explican sobre las formas, los colores, los autores…
PÚBLICO
El argentino es exigente y entendedor pero a la vez es muy cálido. Cuando le gusta el espectáculo, la gente gratifica al artista; incluso, con gritos. Esto estimula a los artistas porque se nota la transferencia. En otros países, son más fríos y uno sólo se da cuenta al final del espectáculo si gustó o no.
ESTILO
Tuve la suerte de bailar varios estilos. Pero donde me sentía más cómodo era donde podía meter al actor dentro del bailarín, las obras donde yo tenía que desarrollar una interpretación… hay ballets donde lo que uno hace está al servicio de una música, es un despliegue coreográfico – con virtuosismo, sí- pero donde no se cuentan historias Cuando bailaba contando una historia y podía componer un personaje, me gustaba mucho. Por mi temperamento me gustaban los roles más fuertes. También, bailé folklore, tangos con Mariano Mores, en el viejo canal 7; incursioné en muchos lados porque eran los medios para seguir estudiando: yo quería llegar a ser un bailarín de la línea que fui. RETIRO
Me retiré a los 43 años. A partir de los 40, empieza una declinación física y no se puede seguir evolucionando. Yo estaba pleno pero preferí retirarme en esa plenitud. Bailé muchísimo: llegué a bailar hasta en tres ballets en una noche. Extrño mucho porque el escenario es mi lugar en el mundo; extraño los camarines, el ajetreo, el olor del teatro… todo esto todavía me hace estremecer porque yo amo esta profesión. Siempre digo que fui un vocacional porque hasta el último día me emocionaba antes de salir a escena.
CONSEJOS
A mis alumnos les digo que en esta disciplina se necesita talento pero el 90 por ciento es transpiración. La experiencia me llevó a comprobar que gente con condiciones no triunfó por falta de perseverancia. Y otros, con menos condiciones pero con dedicación, alcanzaron alturas impensables. También les pido que sepan ubicarse. Uno es un artista arriba del escenario pero cuando baja debe recordar que es una persona como todas y no creérsela. Síquicamente es preciso ser fuerte y estar preparado porque esta profesión es devoradora. Hay gente muy buena pero también hay gente mediocre y si uno no está fortalecido lo puede destruir. Es una carrera efímera, no se puede perder el tiempo en pequeñeces. Hay que tener la autoestima bien puesta.
EVOLUCION
En el ballet, hubo técnicamente una gran evolución. Vale decir que los bailarines actuales tienen mucha más técnica pero se ocupan menos de la parte interpretativa; salvo excepciones, me parece que son menos comunicativos, menos expresivos.