Caserino de pura cepa, junto a sus hermanos, Héctor y Mabel, y el amor de sus padres – Lola y Justo Méndez (dueños de la legendaria bicicletería «El Diablo Rojo») – creció en los alrededores de avenida San Martín y Belgrano.

RECUERDOS Y MÁS RECUERDOS

«Mis viejos siempre fueron muy, pero muy trabajadores; a mis hermanos y a mí nos enseñaron a ser decentes, honrados… ¡guay de que fuéramos a tocar lo que no era nuestro!», nos expresó durante una entrevista.

Fue un empedernido fumador: «Es el único vicio que tengo y no me lo puedo sacar; empecé a fumar en la primaria, para cancherear… con cuatro, cinco vagos, comprábamos un paquete de Laponia o Saratoga y nos íbamos al ‘campito de la empresa (Cavassa y Valentín Gómez) a escondernos para echar humo», nos confesó.

Alumno algo díscolo de la Escuela 45, a su nombre lo mantuvo invicto de cuadro de honor.
“Cuando no estaba pitando, cazaba ranas en los zanjones o cargaba la honda y la trampera para cazar pajaritos en las ‘Cuatro barreras’ o en ‘La Excavadora’.

Infancia de figuritas, bolitas, biyarda, escondida, baleros y paseos nocturnos en bicicleta. También, recordó: «A la pelota jugaba en la calle Belgrano o en la misma avenida San Martín».

EL PEREGRINO

Sus años mozos fueron de peregrinaje tenaz. Se desconocía la forma de mantenerlo quieto en un lugar. «De jovencito, con el Chiche Berro y con Cittadini iba a todos lados… podía ser a Mar del Plata o a cualquier pueblito del interior. Una tarde estaba en el bar California, que era el boliche de onda, y uno de los mellizos Donoso me pidió que lo acompañara a Río Gallegos… le pregunté: “¿Cómo vuelvo?’… ‘A dedo’, me dijo… y me convenció».

Se fue por diez días pero estuvo tres meses fuera de Caseros, tras recorrer – como solitario mochilero – Chile y Perú. «Cada tanto, llamaba a mis viejos para que se quedaran tranquilos… fue un viaje maravilloso, conocí a mucha gente, muchos lugares», evocó.

Recién regresado, estaba tomando un café (esta vez, en ‘Chopiteca’) cuando se enteró de que un buque griego, de carga, reclutaba camareros para recorrer los mares del mundo. Embriagador canto de sirenas que encontró a Carlos sin amarras.

De aquel tiempo de intensos océanos y amaneceres en puertos exóticos le quedó un amigo para siempre: el griego Gerássimos Darzentas, con quien siguió en contacto a través de cartas y comunicaciones telefónicas. En verdad, a lo largo de su vida, Carlos supo tener muchísimos amigos.

LLEGÓ ANY A SU VIDA

Nuestro vecino serenó su inquietud juvenil a partir del 17 de noviembre de 1973, día en que se casó con quien sería su compañera para siempre: Any Vega, a quien conocía del barrio y de haber compartido recreos en el patio de la escuela 83. El matrimonio tuvo dos hijos: Federico y Micaela. La familia se radicó en ‘El Cortijo’, la casona blanca de la calle Belgrano, en Villa Alianza.

Méndez, con los años, se convirtió en un hombre apacible, de hablar pausado y tono bajo, de permanente sonrisa bonachona que generaba inmediata simpatía en quienes lo conocían. Con su socio, Carlos Cittadini, se dedicó a la comercialización de los promocionados autitos «Scalextrix» e instaló convocantes pistas de carreras en los clubes Jota Jota y 9 de Julio y también en entidades ubicadas en Gral. Rodríguez y Luján.

El exitoso emprendimiento lo impulsó, a inaugurar, en Belgrano y avenida San Martín, la ya tradicional juguetería Mikis.

Le gustaba coleccionar objetos antiguos; especialmente juguetes. «Por mi trabajo, conozco la evolución de los juguetes: desde los de madera hasta los electrónicos, pasando por los de chapa, a cuerda y los de plástico», señaló.

ROTARY CLUB CASEROS SUR

Como integrante del RCCS, impulsó el ingreso de jóvenes a la entidad. Consideraba que su ‘buena onda’ con los chicos se debía a que «los comprendo… tal vez, porque viví a fondo mi juventud». Tal era su carisma que los compañeros de su hija Micaela, en ocasión del viaje de egresados, lo eligieron para que viajara con ellos a Bariloche.
También le gustaba leer: «De chico me devoraba las revistas mejicanas. Leo a Sábato, Miller, Dalmiro Sáenz, Nietzche».

Fue a principios del nuevo milenio que había sumado una nueva afición: el golf, deporte que le causaba placer y colaboraba con su deteriorada salud, dado que había superado un infarto importante.
Quienes lo conocieron, coinciden absolutamente en que fue un vecino afable, solidario… «un tipo bueno, macanudo».

Falleció en la madrugada del sábado 23 de junio de 2007; tenía, apenas, 61 años. A pesar de que se conocía la precariedad de su salud, no dejó de sorprender y causar dolor su deceso.

Tal vez, porque nadie quiere perder a un tipo bueno, macanudo.