Así se lo conocía en nuestro barrio. En realidad, se llamaba José Panés. Cuando lo entrevistamos (abril del ’88) tenía 84 años.

Nos contó que con apenas siete primaveras llegó a Caseros desde su Cádiz (España) natal. ¿Por qué le decían Capilla? El apodo se lo ganó porque era todavía niño cuando reconoció a un peón de su padre que allá en España, había sido monaguillo.
Con inocencia, Josecito exclamó: “¡Huy, éste es capilla!”  Causó tanta gracia entre los ocasionales testigos que el mote no le cayó al peón sino, para siempre, al chiquilín de Cádiz.

Fue en el Caseros de 1912 cuando sus padres instalaron un almacén de ramos generales en Villa Alianza. Más adelante, se mudaron a la calle 3 de Febrero, entre Urquiza y Belgrano. El pequeño José se encargaba de los mandados, llevar pedidos a domicilio… Ya adolescente, además supo vender caramelos en la cancha de Boca.
Cerca de sus veinte abriles, iba a bailar al Salón Caseros (Moreno y Sarmiento) y entre otros recuerdos, nos habló del cine La Honradez, actual Paramount,  (era un galpón, nos dijo)  y de las romerías que organizaba la familia Cavassa, donde se levanta ahora el Edificio Municipal (Alberdi y Murias).
Rememoró que las únicas panaderías que habían eran la del Manco (con el tiempo, convertida en la Italo Argentina) y la Del Pueblo. También recordó que el primer corso se organizó en Villa Pineral.

De sus tiempos mozos, extrañaba “la confianza entre los vecinos, la humildad de la gente, la falta de vanidad”.

También, aseguró: “Usted podía conferenciar con las personas y no había intereses; se invitaba más a las casas, ahora parece que si uno no va de smoking, no le dan bolilla”.

Cuando sus padres cerraron el almacén, para no perder la clientela, Capilla se ocupó de seguir atendiéndola. Cargaba la jardinera con papas, cebollas, carbón y otros productos y los llevaba a domicilio. Lo hizo a lo largo de mucho tiempo. Cuando una ordenanza prohibió el tránsito de carros, apeló a un triciclo y luego, se movilizaba a pie.

Cuando lo entrevistamos, seguía con el reparto impulsando “un changuito que me presta el bufetero del club Estudiantes”. Nada quebraba sus ganas de trabajar, ni siquiera cuando fue atropellado por un auto e internado en el Hospital Carrillo. Apenas recuperado, prosiguió con su labor.
Capilla tenía un hijo, dos nietos y vivía en la calle Suiza al 2600, entre Belgrano y Urquiza.