A principios del siglo pasado, la gruta – que lucía en la parte superior al escudo nacional – se levantaba junto a la capilla (antecesora de la iglesia Nuestra Señora de la Merced) situada en las cercanías.

En la fotografía, un sacerdote y elegantes vecinas  posan a su alrededor. Alcanza a verse, en el fondo de la imagen la obra en construcción de la sede parroquial que ya tenía su templo.

El poeta y escritor Julio Luque – en el marco de un documento que tituló “Yo lo viví” – cuenta que fue a finales de los años ’20, cuando con enorme voluntad y esfuerzo, la comunidad caserina y el padre francés Louis Folliard pusieron en marcha la construcción del templo.

El padre Folliard – que llegó en 1928 a la Capellanía de Caseros – era un entusiasta sacerdote, recién ordenado.

Él llamaba a Caseros “mon petite ville cheri” (mi pequeña villa querida) y se había propuesto un objetivo mayor: “faire une digne eglise pour Caseros”(hacer una iglesia digna para Caseros).

Tras impulsar la creación de la Comisión Pro Templo y designar como su presidente a don Pedro Montserrat, el religiosos organizó una serie de colectas entre el vecindario.

A pocos meses de su llegada se comenzó con los cimientos del templo y ya en el ’29, se insinuaban los muros maestros y comenzaba a delinearse la nave frontal. Ante cada contrariedad, contagiaba su entusiasmo incesante bajo la expresión: “¡Avant!… ¡Allons!… ¡Avant!…”(¡Vamos!… ¡Adelante!… ¡Vamos!…).

El domingo 14 de diciembre de 1930 se inauguró el templo consagrándolo a la advocación Nuestra Señora de La Merced.