El padre Venancio Francia, durante 45 años, tuvo a su cargo la parroquia Monte Calvario que cuenta con dos iglesias: Virgen de la Defensa (Lavardén, entre Bolivia y Perú) y Santa Teresita (Mitre, casi esquina Agüero).

Había nacido el 22 de noviembre de 1915 en Bolonia (Italia). Hijo de campesinos , realizó su preparación sacerdotal en el convento franciscano de su ciudad natal. Se ordenó el 30 de noviembre de 1938. Con su país en plena guerra mundial, fue nombrado capellán militar y destinado a Grecia y África. Estaba cumpliendo su labor cuando fue arrestado por el ejército alemán que lo envió a un campo de concentración. Al finalizar la guerra, regresó a su tierra y con el tiempo arribó a Caseros, tras un paso previo por San Antonio de Padua.

Fue un hombre sumamente reservado en todo lo relacionado con su vida personal, esta condición lo caracterizó tanto como su desprendimiento franciscano. En forma silenciosa y con perseverancia sublime, concretó en nuestro barrio una enorme obra comunitaria.
Su presencia le dio contención a todos aquéllos que buscaron en él serenidad espiritual. A pesar de su voz cascada, casi monocorde, y a veces hasta ininteligible, tenía tanta bondad en la mirada y era tan confortante su media sonrisa que su mensaje cristiano se expresaba con claridad. Y más allá de las palabras, más allá de su labor pastoral, hablaban los hechos. Al lado de los necesitados, al lado de los enfermos, hizo una militancia de la ayuda a los demás.

Tenía conocimientos paramédicos e iba pedaleando en su vieja bicicleta, de madrugada, a colocar inyecciones y realizar primeros auxilios, incluso, en zonas arriesgadas. Quienes mucho lo conocieron, también señalan dos aspectos de su personalidad: por un lado, era un hombre poseedor de diversos y profundos conocimientos en distintas materias; gran lector, daba la sensación que sabía de todo. Por el otro, era una persona sumamente habilidosa que se atrevía con la electricidad, albañilería, pintura, plomería, carpintería, herrería, etc. En 1971, creó un grupo juvenil de ayuda comunitaria que se multiplicaba en la preparación de dirigentes que originaron nuevos grupos.

DIARIOS VIEJOS Y CHATARRA
Recolectando diarios viejos, juntando chatarra, organizando cenas , kermeses y festivales, remodeló la iglesia Santa Teresita y también construyó un salón parroquial. La imagen del padre Francia atando y amontonando diarios y cartones quedó como una postal entrañable. Uno de sus objetivos más anhelados era construir una colonia de vacaciones para que los chicos del barrio pudieran disfrutar del mar. Trabajó varios años en ese proyecto hasta verlo concretado: el lugar se llama Virgen Milenaria y está ubicado en San Clemente del Tuyú.

A fines de la década del ’90, le diagnosticaron cáncer, enfermedad contra la que peleó a lo largo de cinco años. Mientras le respondieron sus fuerzas, se mantuvo al frente de la parroquia. Sus últimos meses los transcurrió soportando fuertes dolores, negándose a tomar medicamentos o a cualquier comodidad aliviadora, en concordancia con su naturaleza franciscana. Desde Italia, solicitaron que retornase junto a sus parientes: el religioso prefirió quedarse en Caseros indicando a quienes lo rodeaban que “ustedes son mi familia”.
En el atardecer del último viernes de su vida, estaba recostado en el despojado dormitorio de su casa (Lavardén, entre Bolivia y Perú) acompañado por Urbano Gabbo, integrante de la comisión parroquial. De repente, el padre Francia le pidió que lo ayudara a sentarse. Y falleció. Fue a las 20.30 del viernes 27 de julio de 2001. Tenía 85 años.