Ricardo De Cesare – vecino de nuestro barrio, autor del libro “Y el mundo giró en Caseros” – señala que en los terrenos que ocupaba la legendaria Excavadora fue, luego de la batalla de Caseros, el lugar elegido para sepultar a las víctimas del combate. Escribe, Ricardo:

El 3 de febrero de 1852 se libró, en zonas de los alrededores de Palomar y Caseros, la histórica Batalla de Caseros. Tras las estimadas ocho horas de combate, Urquiza siguió su marcha a Buenos Aires y toda el área de combate quedó a cargo del por entonces general brasileño De Souza.
No cuesta imaginar que, acorde con ese período del año, habrán sido, ese 3 de febrero y días subsiguientes, jornadas de alta temperatura. A la intemperie, habían quedado alrededor de 300 hombres fallecidos en combate y, también, agreguemos, la caballada muerta.

La descomposición de cadáveres habrá generado sin duda, un olor espantoso. Recuerdo que en mi continuo buscar – en archivos de distintos organismos – pormenores de la Batalla de Caseros, haberme topado con un documente donde se señala que “al este” del epicentro del combate, había una depresión de terreno y que el general De Souza recibió la orden de sepultar allí los cadáveres y que, en memoria de todos, se colocara una sola cruz.

Con el tiempo, el área “al este” que mencionaba el documento fue conocida como “La Excavadora” o los “terrenos de Urquijo”.
Cuando el ferrocarril, a cargo de los ingleses, llegó con sus máquinas excavadoras para extraer la tierra y, mediante vagones, llevarla para levantar los terraplenes que unen las estaciones Palermo y Retiro, se encontró con todos los restos del combate de Caseros. Recuerdo haber escuchado en mi infancia, a través de testimonios vecinales, que los ingleses, casi medio siglo después de la batalla, no sabían qué hacer con todos esos restos y los amontonaron en un rincón que se elevaba sobre la superficie de La Excavadora.

Al lugar de ese montículo lo ubico, estimativamente, a unos 50 metros de la actual esquina de Quintana y Perón, distancia tomada diagonalmente con dirección hacia la estación El Palomar. Esa elevación, de alrededor de un metro con cincuenta, tenía en su parte superior una plataforma de unos treinta metros de circunferencia, construida con una lechada de cemento. Algunos señalan que en esa plataforma había una placa de bronce; yo, sinceramente, no lo recuerdo. Si recuerdo que estaba llena de escrituras de todo tipo, seguramente realizadas antes de que el cemento fraguara.

Prácticamente, todos los muchachos que frecuentábamos La Excavadora encontrábamos algún objeto del combate. Era tan habitual que casi, por nuestra inocencia, no le prestábamos atención. Con el tiempo, la empresa FIAT  construyó sobre ese montículo parte de su pista de pruebas. Nada quedó, solamente los recuerdos.

 

Ricardo De Cesare