Luis Moscovich (83) es hijo de checoeslovacos, quienes llegaron a la Argentina en 1930,  y se radicaron en Monigotes, pueblito rural santafesino que no excedía las ocho manzanas.

El matrimonio tuvo seis hijos. Luisito cursó la primaria en una escuela rural ubicada a cinco kilómetros de su casa. Cada mañana desandaba la distancia en sulki o a caballo. Para cumplir con sus estudios secundarios, se trasladó a Rafaela donde se alojó en una pensión. A Buenos Aires arribó en 1958, con el objetivo de estudiar Medicina en la UBA.
¿Qué lo impulsó a elegir esta profesión? Responde que “no lo podría definir”, pero arriesga: “Quizá porque cuando era muy chico me gustaba entremezclarme con el grupo que trataba de asistir a algún alumno lastimado en la escuela… de ahí en más, en lugar de “Luisito” me decían doctorcito. 0 quizá fue que mi destino ya estaba marcado”.

Apenas egresado, fue practicante en el Hospital Pyñeiro, institución en la que se quedó a lo largo de casi dos décadas. Paralelamente, ejercía en la Cruz Roja de Caseros (ubicada en la esquina de Caseros y Belgrano) y, más adelante, en el Hospital Ferroviario de Caseros (Urquiza, entre Lisandro de la Torre y Cavassa).

Casado con Eglatina García, el matrimonio tuvo tres hijos – David, Eleonora y Ana – y siete nietos.
El Luisito de aquel pueblito rural, el hijo de checoeslovacos al que le decían doctorcito, muchas décadas después continua ejerciendo su profesión en su consultorio de la calle Belgrano, entre Caseros y Constitución. Si bien es muy reconocido por sus conocimientos profesionales, mucho más lo es por su trato amable, por su bonhomía y sencillez.

DISTINCIÓN ESPECIAL

Por todo esto, tiempo atrás, la gente de la Asociación Caseros Centenaria le entregó una distinción (foto) – denominada Caserino Especial que el doctor Moscovich se merece largamente.