EL ENERO EN QUE A CASEROS LES ROBARON SUS PRÓCERES
By Caseros y su Gente

EL ENERO EN QUE A CASEROS LES ROBARON SUS PRÓCERES

Fue a mediados del enero de 2003. Cierto amanecer, el pedestal que exhibía el busto con la imagen de Justo José de Urquiza amaneció destrozado. A los golpes, habían robado la escultura de bronce que homenajeaba al militar entrerriano.

La efigie, de gran tamaño, había sido descubierta en 1933, en avenida San Martín y Urquiza, esquina donde estuvo a lo largo de tres décadas.         
En 1963, había sido trasladada a la plaza Unidad Nacional, espacio donde se perpetró el saqueo.

El busto fue un emprendimiento impulsado por una iniciativa del Centro Cultural Culto a la Tradición, entidad que en la década del ’30 era presidida por Filomeno Acuña y Emilio Buceta. Se le encargó la escultura a Juan Carlos Oliva Navarro, artista de relevante trayectoria en nuestro país. Como vecino de Caseros, Oliva Navarro accedió gratuitamente a realizar la obra.

El día de su inauguración, Filomeno Acuña y el intendente Juan M. Guglialmelli tuvieron a su cargo las palabras alusivas. Se leyó, además, la adhesión de Agustín P. Justo, presidente de las Nación.

REFERENTE

El relevante acto, culminó con un desfile militar. Era la tarde del sábado 4 de febrero de 1933 y la escultura comenzaba a convertirse en referente de nuestro barrio.

En una noche de este enero de casi 70 años después, manos anónimas nos robaron esa historia seguramente vendida al precio del kilogramo de bronce.

Además de la obra de homenaje a Urquiza, de la plaza Unidad Nacional también había sido robado el busto de bronce con la imagen de San Martín (foto 2) y destrozada la escultura que recordaba a Mariano Moreno.
También, había sido robada la mayoría de las placas recordativas.

A lo ocurrido en nuestra plaza principal, debió sumarse la sustracción de todas las placas de la plaza Gral. San Martín (diagonal Bouchard y Bélgica), en Villa Parque, y también, picaportes y afines de las viviendas vecinales.

En ese verano de 2003, Clarín publicó que los depósitos solían pagar, el bronce, a razón de dos pesos el kilogramo. Pero si el origen era dudoso, la cotización caía a 50 centavos. A ese precio, se vendieron los testimonios históricos de nuestro barrio.

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