El instituto Pedro Goyena, de Caseros, funcionó desde 1962 hasta 1965. Estuvo ubicado en dos sedes: en Sarmiento 2841 (entre La Merced y Moreno) y luego trasladó algunos cursos a una casona (foto) ubicada en la calle Nuestra Señora de la Merced, entre Andrés Ferreyra y Sarmiento, donde actualmente se levanta un templo evangélico.
Luego del cierre, muchos de sus alumnos continuaron sus estudios en el Instituto Ceferino Namuncurá, que comenzó a funcionar inmediatamente después.
El Pedro Goyena se destacaba, nos apuntaron, por impartir una educación laica, conglomerando jóvenes de diversas religiones y extracciones sociales, tratando de infundir un profundo pensamiento crítico a sus alumnos, nada usual por aquellos tiempos.
ENCENDER UN FUEGO
Un ex alumno lo evoca así: “Si tuviésemos que elegir una frase para sintetizar la educación que recibíamos, elegiríamos la de William Butler Yeats: «La educación no consiste en llenar un cántaro, sino en encender un fuego». Si bien ningún curso logró a egresar del Pedro Goyena, es decir, no existieron fiestas ni viajes de egresados, y pese a la diáspora del alumnado tras el repentino cierre del instituto, los alumnos de 3° y 4° año, turno mañana, (cada tanto) nos volvemos a reunir. Seguramente, esta necesidad de volver a encontrarnos se debe a los maravillosos momentos que pasamos en aquel entonces, plenos de amistad y compañerismo”.
Nos llama la atención que la breve trayectoria del Goyena haya generado tantos recuerdos en quienes fueron sus alumnos. Quizá, la respuesta se encuentra cuando se suman al tipo de educación recibida, la edad que en ese tiempo tenían, edad en que las vivencias se graban con intensidad e, incluso, hasta se modifican con el tiempo.
Lo cierto es que cada tanto, cuando nos encontramos con alguno de aquellos jóvenes estudiantes, nos parece escuchar cierta encantadora jactancia cuando mencionan: “Sí, yo fui al Goyena”.