De un plumazo, Caseros perdió media docena de árboles. En esta esquina por décadas tan sombreada, un edificio reemplazará hojas, aire puro y pájaros. Es el precio que debemos pagar por el progreso, justificarán algunos y es probable que sea una razón atendible.

Pero, por otro lado, también es preciso entender que un barrio es más sano, más vivible (y hasta más sereno) cuando es más verde, más relacionado con la naturaleza que con el gris frio que impone el cemento, material ya abrumador en una localidad que hasta no hace mucho se caracterizaba por sus casitas bajas, por tener pájaros, jardines e incluso, mariposas.

PLAN DE ARBOLADO

Sería sensato, entonces, que con la misma premura que se permite la extracción arbórea, se respalde un programa de arbolado que compense la pérdida de ejemplares que demoraron décadas en alcanzar su esplendor.

Está en manos de la Municipalidad agotar las instancias para encontrar el equilibrio a esta descompensación.