ANTES DE RADICARSE EN MORENO Y SAN JORGE, DONDE VIVIRÍA SU TIEMPO DE APOGEO, LA SEDE DEL CLUB UNIÓN DE CASEROS ESTABA UBICADA EN LA CALLE CASEROS, ENTRE BELGRANO Y URQUIZA. LAS PRIMERAS MILONGAS

En el verano del ’34, la gente del joven Club Atlético y Social Unión de Caseros (CASUC) trasladó la sede de Urquiza y Constitución a la calle Caseros, entre Urquiza y Belgrano, donde actualmente se levanta un estacionamiento. En este lugar, había una casa amplia, sobre un predio de dos lotes, cuya propietaria era la señora Elena Crocce.

“Era una casa que tenía un jardín adelante; al lado, vivía don Sabatino, que era sepulturero de Chacarita”, nos contó en cierta oportunidad Agustín Pichón Pradelli, vendedor de galletitas y vecino de la calle Constitución, quien era dueño de una memoria fenomenal.
El hombre recordó el plano de la sede del CASUC: “A la derecha estaba la cancha de bochas. Detrás, había un galponcito para guardar cachivaches y, más al fondo, un terreno con un limonero en el medio. En ese árbol, el arquero del Jota Jota, Carmona, le colgó un par de anteojos a Juan Logrande… El pobre, sin lentes, no veía ni medio. En ese terreno, en verano, se organizaban bailes a la intemperie. A la casa, se ingresaba por una puerta que tenía vidrio repartido y enseguida estaba la pista de baile, que tenía piso de baldosa. A la izquierda, había una sala donde estaba el billar, el sapo y las mesas para jugar a las barajas. Al fondo, estaba el buffet que atendía un tal Miccheli, un músico jubilado del Ejército. En el frente de la casa, había un ligustro y una reja. La calle Caseros estaba adoquinada y pasaba el colectivo 4 o el 14, no me acuerdo bien”.

1934

En ese año, el Graf Zeppelin – maravilla aeronáutica alemana – surcó el cielo de Caseros antes de aterrizar en Morón. Nuestro barrio no escapaba al flagelo de la mishiadura que tenía a maltraer al país y, por supuesto, a nuestro vecindario. La vida del club se presentaba como una de las pocas opciones donde transcurrir ratos de esparcimiento y donde, además, sentirse contenido.

PRIMERAS MILONGAS

En la sede de la calle Caseros se organizaban, al principio, módicas milongas que convocaban a los muchachos y muchachas del barrio… éstas, desde ya, concurrían acompañadas por sus madres, padres y hermanitos. Se bailaba al compás de una victrola que prestaba Francisco Carbone.
Estas veladas fueron un tibio anticipo de otras, multitudinarias y gloriosas, que se convertirían en el sello distintivo del club y que llevaría a calificarlo, al decir de algunos vecinos, como ‘el club más grande de Caseros’.

‘Es que la juventud quería bailar. Recuerdo que a los muchachos nos enseñaba, el Negro Ciqui, a bailar tango…Para las fiestas de fin de año, al Negro lo contrataba la Librería Elías para que se disfrazara de rey mago’, rememoró Tino Magallanes, vecino de Olavarría y Kennedy.
Tino, cordobés de Huinca Renancó, a mediados de los años ’30, se había radicado en Caseros y fue un hábil delantero que, ‘con la muchachada que paraba en Pringles y Belgrano, formamos el cuadro Honor Porteño’, nos contó.

Este equipo jugaba en las canchas que, desde Belgrano y Álzaga, se extendían hasta casi El Palomar.
‘Sacábamos los arcos y los guardábamos en lo de la familia Zaffaroni. Éramos un equipazo. Fue uno de los Zaffaroni que nos habló a algunos de los muchachos y nos llevó al Unión’, señaló Tino, quien durante varios años defendió la casaca de la entidad.

Ya desde mediados de los años ’30, el CASUC era presidido por Alberto Taurián, la secretaría la manejaba Victoriano Canteros y Luis Bianchi estaba al frente de la tesorería. Los vecinos iban al CASUC a milonguear pero también a participar de convocantes torneos relámpagos de bochas, billar, sapo y truco. En la cancha de bochas, ubicada a un costado de la sede, se lucieron varios aficionados.

‘El lechero Schenone me enseñó a jugar a las bochas -rememoró Pichón Pradelli – yo, además, me ocupaba de limpiar la cancha… una tarde de carnaval, estaba barriéndola cuando una piba me tiró un balde de agua… la quería matar’.
Lejos de matarla, Pichón, que apenas tenía ‘catorce o quince años’, se la aguantó como un duque y, una noche en el club, invitó a bailar a la señorita del balde…y siguieron bailando hasta que se casaron.

REGISTRO CIVIL

Infinidad de parejas nacieron en la institución. Tanto que llegaron a bautizarla como el Registro Civil. A principios de los años ’40, la capacidad de la sede de la calle Caseros empezaba a ser desbordada durante las milongas y los directivos del CASUC alquilaban, a Aquilino Goso, las amplias instalaciones del Salón Caseros, en Moreno y Gral. López (actual San Jorge). Incluso, se animaron a contratar las primeras orquestas: la de Olindo y la de Pauloni. La convocatoria que tenía el club era notoria en todos los aspectos. Un ejemplo: en enero del ’41, se programó un picnic a San Isidro y se vendieron 1000 entradas.
Al verano siguiente, la gente del CASUC avanzó en las contrataciones artísticas para los bailes organizados en el Salón Caseros y los nombres que aparecían en los afiches de propaganda ya eran los de Di Sarli, Aníbal Trolio, Tanturi (cobraba 700 pesos por presentación), D’Agostino
El club iniciaba su tiempo de gloria…

(CONTINUARÁ)