Semanas atrás, la Municipalidad hizo lo que desde hace décadas debía hacerse. Hablamos del eterno basural de Angel Pini y República. El mismo basural que martirizaba a los vecinos y comerciantes cercanos. El gigantesco basural al que se le prendió fuego una y cien veces para frenar su crecimiento incesante, para disipar el hedor insoportable, para que la basura desparramada no continuara frenando a los conductores y ese freno obligado sea usufructuado por delincuentes.

Las llamas alcanzaban tal desmesura que para apagarlas debía recurrirse a los bomberos. El ardiente calor quemaba los cables y hasta descalabró la base que sostiene la columna de alumbrado, columna que se inclinó amenazante sobre la vivienda más cercana.

Los culpables de la acumulación de basura son quienes arrastran carros con residuos de vecinos que les dan unos pesos para sacárselos de encima y, también, de empresas que, en camiones, descargan en esa esquina sus desechos.

Quienes se oponían a los que arrojan basura, fueron amenazados, prepoteados y hasta tan golpeados que incluso debieron acudir al hospital.

La Municipalidad encontró una solución que ojalá perdure: colocar un contenedor que es evacuado dos o tres veces por semana. También se consolidó la columna de alumbrado.

Nadie desconoce que estos problemas se originan en falta de educación, respeto, etc.

Pero en tanto esto se concrete, la comuna posibilitó lo que vecinos y comerciantes cercanos vienen rogando desde hace años: dejar de convivir con el basural.

Lo dejamos para el final: la vivienda más cercana al basural, la que más tuvo que sufrir el martirio, tiene la vereda destrozada por los sucesivos incendios. .