Se cumplieron 20 años de este episodio que pasamos a relatar.

Sucedió que en aquel efervescente 2001, se conmemoraba el centenario del nacimiento de Enrique Santos Discépolo. Y sucedió también que a la larga lista de homenajes organizados en la geografía porteña se sumó el que imaginaron Ramón Martín y Eduardo Cozzo, para concretar en este condado.

Y fue así que nuestros vecinos encargaron filetear un mural donde se lee que el cruce entre la avenida San Martín y Cafferata se denomina “La Esquina Discépolo de Caseros”. Y grabado en mármol se lee los considerandos para homenajear al profético compositor.

Dos décadas más tarde, el mural apostado en una de las ochavas, nos recuerda cada día que algo de razón tenía don Enrique Santos… ¿No me cree? Acá va la letra de Cambalache, su obra mayor:

Que el mundo fue y será

una porquería, ya lo sé.

En el quinientos seis

y en el dos mil, también.

Que siempre ha habido chorros,

maquiavelos y estafaos,

contentos y amargaos,

barones y dublés.

Pero que el siglo veinte

es un despliegue

de maldá insolente,

ya no hay quien lo niegue.

Vivimos revolcaos en un merengue

y en el mismo lodo

todos manoseados.

 

Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor,

ignorante, sabio o chorro,

generoso o estafador…

¡Todo es igual!

¡Nada es mejor!

Lo mismo un burro

que un gran profesor.

No hay aplazaos ni escalafón,

los ignorantes nos han igualao.

Si uno vive en la impostura

y otro roba en su ambición,

da lo mismo que sea cura,

colchonero, Rey de Bastos,

caradura o polizón.

 

¡Qué falta de respeto,

qué atropello a la razón!

Cualquiera es un señor,

cualquiera es un ladrón…

Mezclao con Stravisky

va Don Bosco y La Mignon,

Don Chicho y Napoleón,

Carnera y San Martín…

Igual que en la vidriera

irrespetuosa

de los cambalaches

se ha mezclao la vida,

y herida por un sable sin remache

ves llorar la Biblia

junto a un calefón.

 

Siglo veinte, cambalache

problemático y febril…

El que no llora no mama

y el que no afana es un gil.

¡Dale, nomás…!

¡Dale, que va…!

¡Que allá en el Horno

nos vamo’a encontrar…!

No pienses más; sentate a un lao,

que ha nadie importa si naciste honrao…

Es lo mismo el que labura

noche y día como un buey,

que el que vive de los otros,

que el que mata, que el que cura,

o está fuera de la ley…