Vivíamos los años ’60 cuando las religiosas Josefina Gnochi, María Storari, Carmela Di Lorenzo y Gemma Ferrari– pertenecientes a la Congregación Hermanas del Oratorio (Italia) – llegaron a nuestra Argentina con el objetivo de misionar.

Al tiempo, la congregación adquirió un terreno ocupado por una fábrica de tambores ubicado en la calle Puan, entre Bolivia y Perú.

En este espacio, en 1972, se inauguró el colegio Padre Vicente Grossi bajo la dirección de sor Vittoria Ligabué, primera madre superiora de la institución.

El desarrollo del establecimiento educativo fue incesante: se compraron terrenos aledaños, se inauguraron aulas, se construyó un gran gimnasio, una capilla, se creó el instituto secundario, etc.

PROTECCIÓN Y TERNURA PARA NIÑOS HUMILDES

En cierta oportunidad, una de las primeras docentes recordó: “Esta historia nació cuando un grupo de Hermanas Hijas del Oratorio llegó desde su Italia natal para fundar un colegio en un barrio humilde de Caseros, en la Argentina lejana”. Y agregó: “Enérgicas, decididas, trabajadoras incansables, cada una en su tarea, con un compromiso de entrega al prójimo conmovedor, desafiaron los obstáculos en aquellos tiempos difíciles, imbuidas de un espíritu de alegría y confianza admirables.

Ellas fueron la protección y la ternura para muchos niños humildes que llegaron al colegio con sus historias tristes de desamparo. Allí estaban siempre presentes para contenerlos y hacerles sentir que eran merecedores de un destino mejor. No sólo les brindaban educación sino que también los hacían concurrir al comedor del colegio para que tuvieran el alimento que muchas veces faltaba en sus hogares. Muchísimos niños crecieron y se educaron al amparo de los valores cristianos que ellas convertían en acción.

“Aquellas Hermanas hicieron del Colegio Padre Vicente Grossi una verdadera obra de amor que hoy continúa con la guía de otras hermanas inspiradas en los mismos ideales.

La docente concluyó señalando que “su misión se extendió también al barrio adonde llevaron la palabra de DIOS y el consuelo a los más necesitados”.

RESEÑA HISTORICA

En un boletín editado con motivos del 25° aniversario, fue publicada una nota donde sor Vittoria Ligabué evoca los comienzos de la institución y detalla el espíritu que apuntaló su trayectoria.

Leemos la nota y encontramos lo siguiente:

“La comunidad de Caseros de las Hijas del Oratorio fue creciendo a medida que pasaba el tiempo. Se empezó por reunir a los chicos del barrio, a visitar a las familias y transmitirles un mensaje de amor y solidaridad. Esto hizo que crecieran las expectativas de la gente porque tenía reales necesidades.

“A pesar de las dificultades de cada instante, a la falta de ambiente adecuado para una obra de educación y un conocimiento más bien limitado de las exigencias del lugar, las hermanas, con coraje y amor, dieron comienzo al jardín de infantes.

“La hermana Carmela, con verdadero espíritu misionero, asumió el papel de maestra jardinera, frente a los primeros alumnos del Colegio Padre Vicente Grossi, su desempeño fue óptimo.

“Nunca olvidaré del gran galpón que fue nuestro primer colegio. El sitio era modesto, pero las hermanas ese día supieron darle aire de fiesta. Adornos por doquier, banderitas argentinas, todos los infantes con sus uniformes escolares y las señoritas con el clásico guardapolvo blanco. Fue emocionante.

“Formaban dos primeros grados. Había alboroto y alegría. Pero se hizo silencio cuando la bandera argentina subió al tope del mástil. Era el 15 de marzo de 1972.

“Los padres, las hermanas de la comunidad, las maestras, eran conscientes de que todo inicio requiere sacrificios, espíritu de adaptación. Pero al comprender la importancia de la obra que surgía y cuánto importaba, se sintieron estimulados, juntaron fuerzas y no se dejaron invadir por el desaliento. Estaba en juego nada menos que el porvenir de esos niños y el progreso espiritual y cultural del barrio.

“Desde un comienzo, los padres de familia nos acompañaron con mucha disponibilidad y espíritu de unión, siguiendo las directivas de la dirección del Colegio, brindándose en cada momento, acercando iniciativas, dando valiente testimonio de amor, estrechando así los vínculos de unión con obras de solidaridad promovidas por la Dirección y por el obispo de San Martín, monseñor Manuel Menéndez.

“Luego vino la construcción de una nueva casa; los muchos esfuerzos de nuestra familia religiosa que desde Italia nos brindaba una formidable ayuda, sin la cual no hubiera sido posible terminar las obras.

FIGURAS INOLVIDABLES

“Quién no recuerda a nuestro querido don Juan que fue para los niños “el abuelo bueno” y para las hermanas y el personal docente la más valiosa ayuda. Siempre estaba disponible. Todo ello, a la par de la disponibilidad de todas las hermanas, las maestras, las profesoras y el personal de maestranza, que ofrecieron su propia contribución , extrayendo de su vida lo máximo, haciendo propio el programa de mayor amor.

“Nadie tampoco podrá olvidar a don José Lavecchia, quien desde el comienzo nos brindó sus sabios consejos, además de ser un hábil pintor. Quisiéramos llegar con nuestro agradecimiento al corazón de todos aquéllos que trabajaron en estos años, amaron el Colegio y dieron su aporte para que fuera lo que hoy puede verse.

A LOS QUE PASARON

“De manera muy especial nos dirigimos a los ex alumnos y ex alumnas. No olviden la figura del Beato Vicente Grossi, que los acompañó desde el jardín de infantes hasta la escuela secundaria. No olviden sus consejos: “Jóvenes, si queréis ser valientes ciudadanos debéis saber expresar lo mejor de vosotros mismos, afinando y desarrollando las facultades intelectuales, las cualidades naturales y espirituales en base a los principios cristianos”.

DATOS

Las hermanas Ana María Gambaretti, Josefina Gnochi, Carmela, Gracia Quaranta y Carla Traballi, entre otras, están ligadas estrechamente a la trayectoria del colegio.

Las primeras maestras fueron Graciela Otero, María Elena González, Susana Sampietro y Elsa Bustamante.

Cuando se conmemoró el 25° aniversario del colegio, se cerró un cofre que contiene distintos de la época y el programa de actos. Este cofre se clausuró con la promesa de reabrirlo 25 años después: llegó el momento.