Genovés, llegó a la Argentina en 1858, seis años después de la Batalla de Caseros. Casado con Juana Debarbieri, el matrimonio tuvo nueve hijos. Años después, don Agustín compró una fracción de tierra limitada por las actuales calles La Merced, Fernandes D’ Oliveira, Angel Pini y Lisandro de la Torre. La familia construyó su rancho en Esteban Merlo y Sarmiento.
Los Cafferata se dedicaron a trabajar la quinta; a medida que los hijos fueron creciendo se les asignaban las tareas que debían cumplir; por ejemplo, Ángel – el tercero – tenía la responsabilidad de llevar en un carretón, tirado por una yunta de bueyes, diariamente, hasta el Abasto, lo producido en la quinta. Todas las tardes al caer el sol, partía con su carga transportando el producto que su padre y hermanos, de sol a sol, obtenían de la tierra.
“LA CAPITAL”
Ahorraron centavos tras centavo, peso a peso, hasta acumular una reserva que les fue otorgando prestigio, una mejor forma de vida y consolidando la relación con los pobladores de la zona. Aquellos años eran duros, muy duros; de estrecheces y mucho trabajo. En base a tantas privaciones y sacrificios, don Agustín compró en 1893 una manzana y media de tierra comprendida entre las hoy calles Urquiza, Cavassa, David Magdalena y vías del ferrocarril.
Allí edificó a fines de ese año la famosa casona “La Capital”, la primera de material, construida con ladrillos de 0,45 cm.
¿Por qué se llamó “La Capital “?… por la inversión que representó construirla. Tenía cinco piezas, una de 6,05 x 4,50 m. destinada al comedor, y un sótano de 15 x 4,50 m, para cuya construcción se valieron de los bueyes para poder retirar la tierra.
Su nieto, Emilio Cafferata, decía: “En el sótano, mi abuelo guardaba todo lo necesario para hacer el vino y, dispuestos ordenadamente, los barriles, maduraba el mosto. Cuando mi padre se casó, en 1908, se habían preparado 20 barriles. Claro está que no todos estaban destinados a la boda, pero si se habían tomado las previsiones del caso para que el vital elemento no faltase en tan grato acontecimiento, oportunidad que sirvió para que toda la familia se reuniera como así también los vecinos y amigos. Siempre había un motivo para que la gente fuese convocada en torno a la mesa. La manzana que rodeaba a “La Capital” estaba destinada a la producción de la vid. Recuerdo que, en 1928 , cuando visitaba la quinta de mis abuelos, todavía se encontraban los postes plantados tipo Mendoza.
“Estos cultivos se fueron paulatinamente reemplazando, poco a poco, por montes frutales; especialmente, perales y manzanos. Para entonces, la tarea estaba a cargo de mi tío Luis el que no poco trabajo tenía en la época de la cosecha, porque no creo que muchacho alguno de Caseros, no haya hecho una incursión a la hora de la siesta, por la casa del viejo, para hacerse una buena provisión de frutas. Un día, en la vieja peluquería de Molina, recuerdo que un vecino me dijo con una cómplice sonrisa: “Mira Emilio, el que diga que no visitó la quinta de tu abuelo, sencillamente no dice la verdad”.
“Pero volvamos a “La Capital “… cuando esta se termina de construir, mis abuelos se vienen a vivir en ella, dejando la quinta a la que seguirán concurriendo para proseguir con su explotación. El FFCC al Pacifico le compra media manzana a mi abuelo, parte del solar donde se levanta la torre de agua, esto fue por 1928. La finca se demolió en 1965, el arquitecto que hizo el nuevo diseño, se llevó un par de ladrillos de recuerdo; a medida que nos acercábamos a la ceresita, nos sorprendió cómo la habían hecho; era una faja de unos dos centímetros de espesor de brea con un mallado de cobre en el medio. Así era difícil que pasara la humedad. Todos fueron quinteros, incluso mi padre que se casó en 1908 y se trasladó en 1914 a Pilar, donde compró una fracción para dedicarse a la misma actividad”
CINE PARAMOUNT
“Don Agustín, mi abuelo, por el año 1900, donó un lote de terreno y 14.000 ladrillos para que se construyera la Sociedad de Socorros Mutuos “La Honradez”. Por este gesto lo declararon Presidente-Honorario. La institución se levantó donde hoy está el cine Paramount “.
“Mi padre – agregó Emilio – me contaba que el abuelo había llegado con otros familiares a la Argentina, pero que habían tomado distintos rumbos, unos se fueron a Córdoba, otros a Rosario, Avellaneda, Pilar. Tengo entendido que en la provincia de Santa Fe hay un pueblito que lleva el nombre de Cafferata y en Rosario una calle tiene el mismo nombre. Pero los medios de comunicación eran tan precarios que el tiempo fue tendiendo, no obstante las promesas iniciales, un manto de olvido y contacto entre todo el grupo”.
Don Agustín Cafferata falleció el 16 de marzo de 1932 – hoy se cumple el 90° aniversario – y diez años después, a la calle denominada Tandil, se le impuso su nombre.
Esta nota es una adaptación de la escrita por el profesor José Oscar Cabrera, para la sección Apuntes para un Archivo Histórico de Caseros, publicada en la revista Caseros y su Gente