Fue allá por los años ’50, cuando todavía no se pronunciaban por estos pagos las palabras “beer”, ni tampoco “birra”.
En la calle Rebizzo (ex Pehuajó), entre Sarmiento y 3 de Febrero, abría sus puertas una cervecería aún recordada por los veteranos del barrio. Se llamaba El Munich y era atendido por Ema Stieven y Bruno Imig, amable matrimonio alemán que tenía cuatro hijos: Trulo, Eduardo, Amalia y Juan El Negrito.
La beer caserina estaba construida sobre dos lotes: en uno se levantaba un salón cubierto y en el restante, se lucía una pérgola al aire libre, bajo una glorieta desbordada por jazmines y plantas trepadoras, piso de tierra con lajas y música tirolesa de fondo.
Sus dueños, se recuerda, hablaban castellano pero no podían disimular su acento teutón. El bar de Villa Pineral se convirtió en toda una novedad y habitual espacio de reunión para los vecinos dispuestos a pasar un momento agradable y a que la nariz se le torne levemente colorada.
Fue, se cuenta, uno de los primeros lugares especializados en servir cerveza tirada (¡qué tal, eh!), acompañada con salchichas de Viena cortadas en rodajitas y aderezadas con mostaza.
Desconocemos cuándo y el motivo que llevó a los Imig a cerrar la cervecería y a emigrar hacia otros barrios. Lo cierto es que dejó gratos recuerdos en quienes la frecuentaron, recuerdos que todavía perduran en los veteranos memoriosos que se empeñan en no decirle birra a un vaso de cerveza. Y hacen muy bien, che.
(Gracias, Liliana García, por facilitarnos una de las fotografías)